Decía Francis Bacon que: “En el amor no hay exceso”. Porque si bien los excesos son por lo general algo que hay que evitar, no sucede así a la hora de amar en el sentido bíblico de la palabra, que no es propiamente el amor erótico de la pareja, sino el amor a Dios y al prójimo que resume lo que Dios pide de nosotros y que genera una deuda incancelable que nos obliga con todos nuestros semejantes, de quienes somos entonces deudores permanentes. Al amar no podemos, pues, dar nunca suficiente. Y en particular, nunca será suficiente para corresponder el amor de Dios por nosotros manifestado en Cristo, quien pone la vara en un punto tan alto que se constituye en la medida superlativa e insuperable del amor. Juan 3:16 tal vez sea el versículo más conocido y apreciado por los creyentes en el Nuevo Testamento. Y no es para menos, pues visto con detenimiento, es un versículo de superlativos. Veámoslo mejor: “»Porque tanto [la medida más grande] amó [la decisión más grande] Dios [el ser más grande] al mundo [la colectividad más grande], que dio [la acción más grande] a su Hijo unigénito [el regalo más grande], para que todo el que cree en él [la inclusión más grande] no se pierda [la desgracia más grande], sino que tenga vida eterna [la bendición más grande]”. Habría, pues, que coincidir con ese poema popular que abre diciendo: “Una cosa yo he aprendido, de mi vida al caminar, no puedo ganarle a Dios, cuando se trata de dar”. Así, pues, en lo que tiene que ver con el amor que le debemos a Dios, no hay definitivamente la más mínima posibilidad de excederse
El amor superlativo
9 julio, 2022
2 Lectura mínima
“El amor de Dios por los hombres es tan grande que sólo puede ser descrito con superlativos, pues no hay nada que se le compare”
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Sobre el autor
Arturo Rojas
Cristiano por la gracia de Dios, ministro del evangelio por convicción y apologista por vocación. Hice estudios en el Instituto Bíblico Integral de Casa Sobre la Roca y me licencié en teología por la Facultad de Estudios Teológicos y Pastorales de la Iglesia Anglicana y de Logos Christian College. Cursé enseguida una maestría en Divinidades y estudios teológicos en Laud Hall Seminary y, posteriormente, fui honrado con un doctorado honorario por Logos Christian College.
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