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El amor superlativo

“El amor de Dios por los hombres es tan grande que sólo puede ser descrito con superlativos, pues no hay nada que se le compare”

Decía Francis Bacon que: “En el amor no hay exceso”. Porque si bien los excesos son por lo general algo que hay que evitar, no sucede así a la hora de amar en el sentido bíblico de la palabra, que no es propiamente el amor erótico de la pareja, sino el amor a Dios y al prójimo que resume lo que Dios pide de nosotros y que genera una deuda incancelable que nos obliga con todos nuestros semejantes, de quienes somos entonces deudores permanentes. Al amar no podemos, pues, dar nunca suficiente. Y en particular, nunca será suficiente para corresponder el amor de Dios por nosotros manifestado en Cristo, quien pone la vara en un punto tan alto que se constituye en la medida superlativa e insuperable del amor. Juan 3:16 tal vez sea el versículo más conocido y apreciado por los creyentes en el Nuevo Testamento. Y no es para menos, pues visto con detenimiento, es un versículo de superlativos. Veámoslo mejor: “»Porque tanto [la medida más grande] amó [la decisión más grande] Dios [el ser más grande] al mundo [la colectividad más grande], que dio [la acción más grande] a su Hijo unigénito [el regalo más grande], para que todo el que cree en él [la inclusión más grande] no se pierda [la desgracia más grande], sino que tenga vida eterna [la bendición más grande]”. Habría, pues, que coincidir con ese poema popular que abre diciendo: “Una cosa yo he aprendido, de mi vida al caminar, no puedo ganarle a Dios, cuando se trata de dar”. Así, pues, en lo que tiene que ver con el amor que le debemos a Dios, no hay definitivamente la más mínima posibilidad de excederse

Arturo Rojas

Cristiano por la gracia de Dios, ministro del evangelio por convicción y apologista por vocación. Hice estudios en el Instituto Bíblico Integral de Casa Sobre la Roca y me licencié en teología por la Facultad de Estudios Teológicos y Pastorales de la Iglesia Anglicana y de Logos Christian College. Cursé enseguida una maestría en Divinidades y estudios teológicos en Laud Hall Seminary y, posteriormente, fui honrado con un doctorado honorario por Logos Christian College.

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