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Cuando la sal pierde su sabor

“Hay que tener cuidado con el crecimiento de la iglesia que sólo logra insípidas montoneras y no creyentes que marquen diferencias”

El dominio que el cristianismo ha venido ejerciendo en gran parte del mundo –y en especial en Occidente− a partir de la época del emperador Constantino hasta la reciente modernidad, puede haber sido contraproducente para la misma cristiandad, llevándola gradual e inadvertidamente a un velado pero siempre creciente descuido y abandono de la fe por el cual en la iglesia terminan entremezclados de manera indiferenciada creyentes auténticos y creyentes tan sólo de nombre. Al fin y al cabo, en la Biblia se nos informa que en la iglesia no todos los que están son, pues hay una inquietante proporción de infiltrados, así como también simpatizantes no convertidos, junto con una notable cantidad de creyentes sin compromiso evidente y únicamente un reducido grupo de verdaderos discípulos comprometidos con la causa del evangelio de Cristo. Así, a semejanza de lo sucedido con las células cancerígenas que crecen sin control y terminan destruyendo el cuerpo del que forman parte, en su crecimiento a lo largo de la historia la iglesia ha terminado contabilizando en su haber un extenso número de adeptos que, en realidad, son sólo montoneras que desdibujan a la iglesia al no marcar ya ninguna diferencia cualitativa apreciable en relación con los no cristianos pues, al ganar en extensión numérica, la iglesia perdió de forma trágica la sal que debería caracterizarla, como lo advirtió el Señor: “»Ustedes son la sal de la tierra. Pero si la sal se vuelve insípida, ¿cómo recobrará su sabor? Ya no sirve para nada, sino para que la gente la deseche y la pisotee” (Mateo 5:13)

Arturo Rojas

Cristiano por la gracia de Dios, ministro del evangelio por convicción y apologista por vocación. Hice estudios en el Instituto Bíblico Integral de Casa Sobre la Roca y me licencié en teología por la Facultad de Estudios Teológicos y Pastorales de la Iglesia Anglicana y de Logos Christian College. Cursé enseguida una maestría en Divinidades y estudios teológicos en Laud Hall Seminary y, posteriormente, fui honrado con un doctorado honorario por Logos Christian College.

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