El Señor Jesucristo se dirigió a los fariseos y maestros de la ley de su época −muy pagados de sí mismos debido a su reputación de ser los más estrictos y rigurosos cumplidores de la ley− con estas palabras que sonaron revolucionarias y ofensivas hacia ellos: “… −Les aseguro que los recaudadores de impuestos y las prostitutas van delante de ustedes hacia el reino de Dios” (Mateo 21:31), pues los recaudadores de impuestos y las prostitutas eran considerados popularmente como los pecadores más emblemáticos y perdidos de todos, en lo que hace referencia a los varones y a las mujeres respectivamente. Declaración que confirma lo que ya había dicho cuando se dirigía a las multitudes: “Porque les digo a ustedes que no van a entrar en el reino de los cielos a menos que su justicia supere a la de los fariseos y de los maestros de la ley” (Mateo 5:20). La razón de estas declaraciones la dio el Señor al continuar hablándoles a fariseos y maestros de la ley para explicarles el porqué de todo lo dicho: “Porque Juan fue enviado a ustedes a señalarles el camino de la justicia, y no le creyeron, pero los recaudadores de impuestos y las prostitutas sí le creyeron. E incluso después de ver esto, ustedes no se arrepintieron para creerle” (Mateo 21:32). Y es que muchos de quienes “no le hacen mal a nadie” van por la vida sintiéndose tan justos y aprobados por Dios que no consideran necesario arrepentirse y doblar su rodilla ante Él con fe y humildad para implorarle su perdón, respecto de los cuales el Señor sigue pronunciándose así: “»¡Serpientes! ¡Camada de víboras! ¿Cómo escaparán ustedes de la condenación del infierno?” (Mateo 23:33)
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