Poder o autoridad, he ahí el dilema. Un dilema que, por supuesto, no cobija a Dios, Quien tiene todo el poder y la autoridad sobre su entera creación. Pero debido, en primer lugar, a que Dios decidió dotar a una selecta clase de sus criaturas, las designadas como “agentes libres” −entre las cuales encontramos a los ángeles y a los seres humanos−, del llamado “libre albedrío” o capacidad de deliberación y elección para tomar decisiones propias auto determinadas responsabilizándose de ellas, junto con un poder que, en el caso de los ángeles, es muy superior al del más poderoso de los seres humanos. Y en segundo lugar a que la tercera parte de los ángeles se rebelaron contra Él en cabeza de Satanás convirtiéndose en enemigos de Su causa y enfocando su poder de manera abierta o sutil en la destrucción y perdición de los seres humanos, la corona de la creación material de Dios hechos a su propia imagen y semejanza; Dios decidió dotar también a los creyentes redimidos en Cristo de una autoridad delegada por Él para resistir y contrarrestar eficazmente y con toda la ventaja del caso el mayor poder ostentado por Satanás y sus demonios en contra nuestra, en estos contundentes términos: “Sí, les he dado autoridad a ustedes para pisotear serpientes y escorpiones y vencer todo el poder del enemigo; nada les podrá hacer daño” (Lucas 10:19). Una autoridad que debemos, entonces, ejercer con resolución, sabiduría y discernimientos que estén a la altura de lo recibido y del calificado servicio que debemos prestar a la causa de Dios en el mundo, para la alabanza de Su nombre.
Deja tu comentario