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Apasionados, no pasionales

“Los cristianos no debemos ser personas censurablemente pasionales, pero si crecientemente apasionadas por la causa de Cristo”

Decía Bárbara de Angelis que “… Lo que nos atrapa es la pasión. Cuando un libro se escribe sin pasión, el lector pierde el interés. Cuando un equipo juega sin pasión, el partido resulta aburrido… para nutrir este apetito, recompensamos a quienes son capaces de estimular nuestras emociones al punto de hacernos volar: los actores, los atletas y los cantantes… ganan millones porque saben cómo despertar nuestra pasión”. La pasión se define como la concurrencia de sentimientos y emociones intensas causadas por un objetivo determinado y dirigidas hacia él. En este orden de ideas, es posible identificar pasiones nobles y pasiones pecaminosas. La diferencia entre ambas no es sólo su carácter moral, sino los rasgos que las caracterizan. Así, las buenas pasiones son crónicas, permaneciendo a lo largo de toda la vida, y por lo mismo son también dosificadas y crecientes, fomentando las disciplinas provechosas en quien las experimenta. Las malas son intensas, momentáneas, peligrosamente desbordadas, desordenadas y caprichosas y no fomentan disciplinas provechosas y constructivas para nadie. Podría decirse, entonces, que las primeras son apasionadas, mientras que las últimas son pasionales. Las buenas nuevas del evangelio tienen el poder de despertar las más nobles pasiones en sus beneficiarios en la medida en que comprenden todo lo que está involucrado en él, dando como resultado que el creyente en Cristo se convierta en un discípulo Suyo que obedece de manera espontánea y natural la instrucción apostólica: “Nunca dejen de ser diligentes; antes bien, sirvan al Señor con el fervor que da el Espíritu” (Romanos 12:11)

Arturo Rojas

Cristiano por la gracia de Dios, ministro del evangelio por convicción y apologista por vocación. Hice estudios en el Instituto Bíblico Integral de Casa Sobre la Roca y me licencié en teología por la Facultad de Estudios Teológicos y Pastorales de la Iglesia Anglicana y de Logos Christian College. Cursé enseguida una maestría en Divinidades y estudios teológicos en Laud Hall Seminary y, posteriormente, fui honrado con un doctorado honorario por Logos Christian College.

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