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Amores divinos y humanos

“El amor a Dios juzga y perfecciona los demás amores que Él mismo hace posibles en la vida de todo ser humano en el mundo”

El griego del Nuevo Testamento distingue varias clases de amor que se combinan entre sí en mayor o menor proporción en las diferentes relaciones humanas: el afecto, la amistad, el romance y la caridad. Éste último no consiste, como muchos lo entienden hoy al haber degradado su significado original, en “limosna”; sino que, todo lo contrario, es el nombre tradicional que recibe la clase más elevada, completa, plena e incluyente de amor: el amor de Dios evocado con la palabra griega ágape a la que el cristianismo le dio su cabal significado. El ágape o la caridad, es pues, el amor que debería caracterizar a los creyentes por encima de todos los demás y sin anularlos necesariamente, pues “Dios ha derramado su amor en nuestro corazón, por el Espíritu Santo que nos ha dado” (Romanos 5:5), brindándole a los demás amores la orientación correcta, así como la complementaridad y armonía necesaria entre todos ellos: el amor de pareja, el amor de amigos, y el amor entre padres, hijos y hermanos, colocándolos a todos en su justo lugar y proporción sin que ninguno de ellos se extralimite ni llegue a hacer exigencias desmedidas que terminen obrando en contra de lo que sea justo, recto y veraz o en arbitrario detrimento de alguno de ellos, otorgándole a todos los amores el imprescindible toque de sensatez que necesitan para cumplir bien su función. Por eso: “Ama al Señor tu Dios con todo tu corazón, con toda tu alma, con toda tu mente y con todas tus fuerzas.’El segundo es: ‘Ama a tu prójimo como a ti mismo.’ No hay otro mandamiento más importante que éstos” (Marcos 12:30-31)

Arturo Rojas

Cristiano por la gracia de Dios, ministro del evangelio por convicción y apologista por vocación. Hice estudios en el Instituto Bíblico Integral de Casa Sobre la Roca y me licencié en teología por la Facultad de Estudios Teológicos y Pastorales de la Iglesia Anglicana y de Logos Christian College. Cursé enseguida una maestría en Divinidades y estudios teológicos en Laud Hall Seminary y, posteriormente, fui honrado con un doctorado honorario por Logos Christian College.

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