Cuando el apóstol Pablo estuvo en Atenas encontró a la ciudad de los filósofos clásicos sumida en la idolatría y, sobreponiéndose al dolor y la indignación que esto le generaba por causa de su celo por Dios, encontró cómo utilizar esta circunstancia para elogiarlos y establecer un punto de contacto con ellos para darles a conocer las buenas nuevas del evangelio de Cristo, corrigiendo así su extravío, apelando en este caso al que los griegos designaron como el “Dios desconocido”: “Pablo se puso en medio del Areópago y tomó la palabra: ─¡Ciudadanos atenienses! Observo que ustedes son sumamente religiosos en todo lo que hacen. Al pasar y fijarme en sus lugares sagrados, encontré incluso un altar con esta inscripción: A un dios desconocido. Pues bien, eso que ustedes adoran como algo desconocido es lo que yo les anuncio” (Hechos 17:22-23), y a partir de este punto les expuso el evangelio. Y puesto que, como ya lo hemos establecido con sobrada solvencia, ni siquiera los ateos pueden sustraerse ni escapar de la necesidad abierta o sutil, expresa o tácita que, de manera más o menos consciente, todos los seres humanos tenemos de adorar a algo o a alguien; es importante que nos aseguremos de brindar nuestra adoración de forma plenamente consciente al Dios vivo y verdadero a quien realmente le corresponde y de llegar a conocerlo a profundidad, como está implícito en las palabras dirigidas por el Señor a los samaritanos, por constaste con los judíos: “Ahora ustedes adoran lo que no conocen; nosotros adoramos lo que conocemos, porque la salvación proviene de los judíos” (Juan 4:22)
Al Dios desconocido
17 julio, 2022
2 Lectura mínima
“Siempre adoramos a algo o a alguien, con conciencia o sin ella. Así que lo mejor es que en conciencia adoremos al Dios verdadero”
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Sobre el autor
Arturo Rojas
Cristiano por la gracia de Dios, ministro del evangelio por convicción y apologista por vocación. Hice estudios en el Instituto Bíblico Integral de Casa Sobre la Roca y me licencié en teología por la Facultad de Estudios Teológicos y Pastorales de la Iglesia Anglicana y de Logos Christian College. Cursé enseguida una maestría en Divinidades y estudios teológicos en Laud Hall Seminary y, posteriormente, fui honrado con un doctorado honorario por Logos Christian College.
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