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Adaptándonos al mundo sin acomodarnos a él

“El cristiano debe adaptarse al mundo, pues está en el mundo; pero no debe acostumbrarse a él, pues no pertenece al mundo”

Adaptación o acomodación. He ahí el dilema del creyente. En la medida en que el creyente está todavía en el mundo, debe adaptarse a él, en el sentido de entender el contexto en el que se encuentra y desenvuelve para ser relevante en él, aceptándolo, sin hacer, sin embargo, concesiones en el proceso. Pero también y en la medida en que el creyente no es ya del mundo, no puede acomodarse a él haciendo todo tipo de concesiones ni tampoco acostumbrarse demasiado a un lugar al cual no pertenece en realidad, como lo dejó claramente establecido el Señor Jesucristo en su oración a favor de los suyos, pronunciada horas antes del momento culminante de su ministerio, marcado por su pasión, muerte, resurrección y ascensión a la diestra del Padre: “Ya no voy a estar por más tiempo en el mundo, pero ellos están todavía en el mundo, y yo vuelvo a ti. »Padre santo, protégelos con el poder de tu nombre, el nombre que me diste, para que sean uno, lo mismo que nosotros… Ellos no son del mundo, como tampoco lo soy yo” (Juan 17:11, 16). Así, pues, como peregrinos y extranjeros que somos, por lo pronto, en este mundo, antes de la segunda venida de Cristo y el establecimiento definitivo de Su reino en la Tierra; debemos movernos en esa línea en la que, sin pretender aislarnos absolutamente del mundo, no nos rendimos, sin embargo, a él; y en la que, habiendo logrado adaptarnos constructivamente a él, nunca nos acostumbramos del todo a él. Ese, es, pues el derrotero que debe seguir el itinerario de todo creyente ilustrado y maduro en este paréntesis de la historia transcurrido entre la primera y la segunda venida de Cristo.

Arturo Rojas

Cristiano por la gracia de Dios, ministro del evangelio por convicción y apologista por vocación. Hice estudios en el Instituto Bíblico Integral de Casa Sobre la Roca y me licencié en teología por la Facultad de Estudios Teológicos y Pastorales de la Iglesia Anglicana y de Logos Christian College. Cursé enseguida una maestría en Divinidades y estudios teológicos en Laud Hall Seminary y, posteriormente, fui honrado con un doctorado honorario por Logos Christian College.

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