El activismo parece ser hoy por hoy el derrotero que deberían seguir todas las personas de conciencia sensible interesadas en la resolución o mejoramiento de las diversas problemáticas que afligen al mundo actual. Pero el activismo, siendo en principio bueno y legítimo en el marco de las actuales democracias, no es la única manera de cumplir este objetivo ni tampoco necesariamente la mejor. En primer lugar porque el activismo siempre será una opción reservada a una minoría, pues no podemos exigir a todos los ciudadanos que sean activistas como si el no serlo fuera una señal de desinterés e indolencia cómplice de las problemáticas que nos afectan. Y en segundo lugar porque los activismos también conllevan el peligro de que, mediante sus vociferantes reclamos y consignas mediáticas más o menos válidas, se esté acallando la conciencia y encubriendo un censurable desinterés en las necesidades de aquellas personas cotidianamente cercanas a nosotros que estamos en condiciones de ayudar a suplir calladamente, sin hacer aspavientos estridentes para anunciarlo a los cuatro vientos ni pretender convertirnos en sus voceros o representantes autorizados. Todo activismo que encubra, disimule, sustituya y hasta justifique nuestra indiferencia y desinterés hacia nuestro prójimo más cercano en nuestras circunstancias habituales de vida está condenado en la Biblia como queda en evidencia en la parábola del buen samaritano con la pregunta retórica del Señor: “¿Cuál de estos tres piensas que demostró ser el prójimo del que cayó en manos de los ladrones?” (Lucas 10:36)
Activismo y cristianismo
21 mayo, 2022
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“Muchos acallan su conciencia lamentando los problemas de la humanidad para no tener que ayudar a ningún ser humano en particular”
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Sobre el autor
Arturo Rojas
Cristiano por la gracia de Dios, ministro del evangelio por convicción y apologista por vocación. Hice estudios en el Instituto Bíblico Integral de Casa Sobre la Roca y me licencié en teología por la Facultad de Estudios Teológicos y Pastorales de la Iglesia Anglicana y de Logos Christian College. Cursé enseguida una maestría en Divinidades y estudios teológicos en Laud Hall Seminary y, posteriormente, fui honrado con un doctorado honorario por Logos Christian College.
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