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Abraham, el padre de la fe

“Abraham tuvo momentos de duda durante su vida, pero no fueron tan graves como para dejar de ser considerado el padre de la fe”

La prueba suprema que Abraham experimentó cuando ya su fe había madurado fue, por supuesto, el requerimiento que Dios le hizo de sacrificar a su hijo Isaac. No sólo por el profundo dolor y los intensos sentimientos encontrados que una decisión como ésta generarían en él; sino por la confusión generada por el hecho de que Dios ya le había prometido que sería justamente a través de Isaac que afirmaría su numerosa descendencia. Pero el patriarca ya había aprendido la lección cuando fue reprendido por Dios por dudar de la promesa del nacimiento de Isaac: “Entonces Abraham inclinó el rostro hasta el suelo y se rió de pensar: «¿Acaso puede un hombre tener un hijo a los cien años, y Sara ser madre a los noventa?»… Abraham y Sara eran ya bastante ancianos, y Sara ya había dejado de menstruar. Por eso, Sara se rió y pensó: «¿Acaso voy a tener este placer, ahora que ya estoy consumida y mi esposo es tan viejo?»” (Génesis 17:17; 18:11-12). Por eso, a estas alturas reprimió sus vacilaciones en la convicción y confianza en la fidelidad, omnipotencia y soberanía de Dios expresada en que: “… Dios… da vida a los muertos y… llama las cosas que no son como si ya existieran” (Romanos 4:17). Por esta razón, al referirse a la calidad de la fe del patriarca, conocido desde entonces como el “padre de la fe”; el apóstol Pablo, sin pretender ocultar sus vacilaciones, sino apoyado justamente en ellas, afirmó: “Su fe no flaqueó… Ante la promesa de Dios no vaciló como un incrédulo, sino que se reafirmó en su fe y dio gloria a Dios, plenamente convencido de que Dios tenía poder para cumplir lo que había prometido” (Romanos 4:19-21)

Arturo Rojas

Cristiano por la gracia de Dios, ministro del evangelio por convicción y apologista por vocación. Hice estudios en el Instituto Bíblico Integral de Casa Sobre la Roca y me licencié en teología por la Facultad de Estudios Teológicos y Pastorales de la Iglesia Anglicana y de Logos Christian College. Cursé enseguida una maestría en Divinidades y estudios teológicos en Laud Hall Seminary y, posteriormente, fui honrado con un doctorado honorario por Logos Christian College.

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