“Ver los toros desde la barrera”, expresión que significa que resulta fácil juzgar algo desde un sitio donde no hay peligro alguno o analizar y pontificar sobre las situaciones difíciles de los demás, dando consejos dogmáticos cuando nosotros no hemos vivido sus circunstancias y nos hallamos cómodamente al margen de ellas, es algo que debemos evitar cuando procuramos brindar consuelo u orientación a quienes se hallan en la aflicción, para no vernos avergonzados y confrontados con nuestra inconsecuencia al obrar en contravía con nuestros propios consejos cuando la aflicción pueda tocarnos también a nosotros de manera eventual, como lo sugirió Elifaz de su amigo Job cuando éste reclamaba y se quejaba con amargura en medio de su dura prueba: “Tú, que impartías instrucción a las multitudes y fortalecías las manos decaídas; tú, que con tus palabras sostenías a los que tropezaban y fortalecías las rodillas que flaqueaban; ahora que afrontas las calamidades, ¡no las resistes!; ¡te ves golpeado y te desanimas! ¿No debieras confiar en que temes a Dios y en que tu conducta es intachable?” (Job 4:3-6). Y si bien es cierto que esta advertencia no sobraba, fueron en realidad los amigos de Job, Elifaz, Bildad, Zofar y Eliú, los que incurrieron en aquello de lo que acusaban a Job y, pretendiendo consolarlo y aconsejarlo, terminaron fue atormentándolo y fastidiándolo al ofrecerle de forma insensible y poco empática, sin ponerse en su lugar, respuestas rígidas y preconcebidas que no se aplicaban a su caso y que en vez de consolarlo, le echaban más sal en la herida
Ver los toros desde la barrera
“Cuando reconfortamos y damos ánimo a otros debemos hacerlo con la convicción y honestidad de que haríamos lo que recomendamos de estar en su lugar”






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