Volviendo con la tolerancia como uno de los valores de la edad moderna presentes, sin embargo, desde el comienzo en el cristianismo bíblico, independiente de que las actitudes fanáticas dentro de la iglesia lo hayan distorsionado a mala hora a lo largo de su historia, traicionando así la herencia cristiana apegada a la Biblia y defendida por sus mejores hombres desde los primeros siglos de la patrística; lo cierto es que esta herencia fue abandonada durante el oscurantismo, la superstición y el fanatismo de la Edad Media con su “sociedad total” girando alrededor de la iglesia de Roma y el papado, promoviendo una intolerancia alejada de la Biblia que impulsaba iniciativas como las cruzadas e instituciones como la inquisición y las guerras religiosas que hicieron que pensadores laicos como John Locke formularan en la modernidad una tolerancia mucho más afín con la Biblia con su conocida “Carta de Tolerancia” y la afortunada separación entre iglesia y estado. Sin embargo, la tolerancia moderna se queda corta en sus motivos, pues está basada en la indiferencia y el desdén hacia las creencias de los demás, apoyada simplemente en el ingenuo ideal del pensamiento políticamente correcto que aboga por la inclusión de todos a toda costa y sin criterio, y que como tal, contiene el germen de la destrucción de las sociedades pluralistas y multiculturalistas de hoy que lo acogen sin restricciones. Por el contrario, la tolerancia cristiana está basada en el amor y la consideración hacia los que no piensan como nosotros, como lo dejó claro el apóstol: “siempre humildes y amables, pacientes, tolerantes unos con otros en amor” (Efesios 4:2)
Tolerancia, amor y respeto
“La tolerancia cristiana debe estar basada en el amor y el respeto hacia los demás y no en la indiferencia y el desdén hacia ellos”
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