Decía Karl Barth que: “La religión… es una desdicha… cuya presión hace que un suspiro prolongado tan conmovedor como la segunda carta a los Corintios quede plasmado en palabras… Ella es la desdicha bajo la que probablemente tiene que suspirar en secreto todo el que se llama hombre”. La metafórica expresión “la vida es un suspiro” que, aunque muchos no la utilicen evocando la Biblia, tiene en ella muchos antecedentes en los autores sagrados, en particular en la literatura sapiencial y poética de los libros de Job y los salmos; hace referencia no sólo al carácter comparativamente efímero de la vida humana, sino también a su carácter problemático y a la sorda inquietud, preocupación y sufrimiento que ella siempre trae aparejadas, incluso por debajo de las apariencias en contra. No por nada, se dice también que cuando alguien fallece “exhala su último suspiro”. Porque más allá del hecho de que la vida sea un suspiro en cuanto a su brevedad, también lo es en cuanto a sus desórdenes, anhelos y carencias existenciales que únicamente pueden ser corregidos, satisfechos y saciados en el evangelio de Cristo, como lo entendió Pablo al decir: “De hecho, sabemos que si esta tienda de campaña en que vivimos se deshace, tenemos de Dios un edificio, una casa eterna en el cielo, no construida por manos humanas. Mientras tanto suspiramos, anhelando ser revestidos de nuestra morada celestial, porque cuando seamos revestidos, no se nos hallará desnudos. Realmente, vivimos en esta tienda de campaña, suspirando y agobiados, pues no deseamos ser desvestidos sino revestidos, para que lo mortal sea absorbido por la vida” (2 Corintios 5:1-4)
Suspirando en esta tienda de campaña
“Los creyentes vivimos suspirando por la redención, pero no con resignado conformismo, sino con confiada y paciente esperanza”
Deja tu comentario