Romanos 8:28 es uno de los pasajes más queridos, pero a su vez malinterpretados por la iglesia a lo largo de la historia: “Ahora bien, sabemos que Dios dispone todas las cosas para el bien de quienes lo aman, los que han sido llamados de acuerdo con su propósito”. Y es que Pablo no dice aquí que todas las cosas son buenas para los cristianos, sino que Él obra en todas las cosas para lograr lo que es bueno para Su pueblo. Sin duda, la fe obediente no nos exime de las dificultades, del dolor ni de los males que la vida trae aparejados, pero lo que sí es cierto es que Dios promete que en medio de todo esto e incluso a través de todo esto, Él obra para bien de Su pueblo, y más exactamente, de quienes lo aman. En otras palabras, el mal siempre será malo, pero Dios tiene la capacidad de sacar bienes, incluso de los males, para las vidas de los suyos, sin que esto signifique que siempre nos va a ir bien en todo, como lo promulga la engañosa teología de la prosperidad.Esta verdad revelada por Dios busca proporcionar esperanza al afligido, entendiendo que, al fin y al cabo y aun en el peor de los casos, la salvación final es el bien supremo y seguro hacia el cual todos los demás bienes temporales eventuales apuntan y se dirigen, sin que los males de los cuales estos bienes puedan llegar a surgir providencialmente, dejen de ser males como tales. Tal vez el paso literal del pueblo de Israel por el desierto nos permita entender mejor lo dicho, pues Dios nos revela que la dureza de este trance con todos sus males acompañantes, concluye de este modo: “… Así te humilló y te puso a prueba, para que a fin de cuentas te fuera bien” (Deuteronomio 8:15-16)
Sacando el bien del mal
18 diciembre, 2022
2 Lectura mínima
“Dios aborrece el mal y no es su autor, pero por lo pronto lo vence no eliminándolo, sino disponiéndolo para el bien de los suyos”
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Sobre el autor
Arturo Rojas
Cristiano por la gracia de Dios, ministro del evangelio por convicción y apologista por vocación. Hice estudios en el Instituto Bíblico Integral de Casa Sobre la Roca y me licencié en teología por la Facultad de Estudios Teológicos y Pastorales de la Iglesia Anglicana y de Logos Christian College. Cursé enseguida una maestría en Divinidades y estudios teológicos en Laud Hall Seminary y, posteriormente, fui honrado con un doctorado honorario por Logos Christian College.
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