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Rindiendo nuestro corazón a Dios

“El corazón nos traiciona atrofiando nuestro potencial para el bien y la única solución a esto es rendirlo a Cristo”

La razón por la cual la Biblia mantiene su palpitante vigencia a lo largo de los siglos a pesar de los cambios culturales y sociales y el avance de la ciencia experimentados en el curso de los tiempos −dando lugar a circunstancias y coyunturas diferentes a las narradas en la Biblia−; es que el corazón humano no cambia y sigue siendo el mismo en medio de todos estos cambios. Ahora bien, lo que la Biblia llama “corazón” no es el órgano biológico que bombea la sangre al cuerpo y que conocemos con ese nombre, sino la unidad centrada de la persona humana en la que convergen todas sus vivencias, sensaciones, emociones, afectos, deseos, necesidades y reflexiones para brindar a su vez sustento y justificación a sus elecciones y decisiones en la vida, permitiéndole responsabilizarse de ellas en la medida en que éstas van moldeando gradualmente su carácter. El corazón es, pues, en la Biblia el meollo de nuestro ser que nos configura y determina. Se explica, entonces, que Dios apele a nosotros en estos perentorios y acuciantes términos: “Dame, hijo mío, tu corazón y no pierdas de vista mis caminos…” (Proverbios 23:26), puesto que, como el profeta lo reveló bien: “Nada hay tan engañoso como el corazón. No tiene remedio. ¿Quién puede comprenderlo?” (Jeremías 17:9). Y es justamente debido a esta condición y este potencial siempre inminente que el corazón tiene para extraviarnos y traicionarnos, que debemos rendirlo cuanto antes a Dios en la persona de Cristo de tal modo que bajo su sabia guía podamos sortear las trampas a las que el corazón nos expone a lo largo de nuestra existencia.

Arturo Rojas

Cristiano por la gracia de Dios, ministro del evangelio por convicción y apologista por vocación. Hice estudios en el Instituto Bíblico Integral de Casa Sobre la Roca y me licencié en teología por la Facultad de Estudios Teológicos y Pastorales de la Iglesia Anglicana y de Logos Christian College. Cursé enseguida una maestría en Divinidades y estudios teológicos en Laud Hall Seminary y, posteriormente, fui honrado con un doctorado honorario por Logos Christian College.

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