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Redimidos sin precio y sin dinero

“En contra de quienes dicen que todos tienen su precio, Dios no pone precio a la vida humana y por eso nos redimió sin dinero”

Walter Riso decía en cierta oportunidad que: “La persona noble asume sus limitaciones y las encara con altura. En cierta ocasión, un ministro inglés fundamentó su renuncia diciendo: «la causa de mi renuncia es que se estaban acercando a mi precio». Honesto, claro y sincero. Admirable. Se le perdona la deserción”. Pero la verdad, resulta muy desalentador tener que elogiar la sinceridad y presunta “honestidad” de quien reconoce que su conciencia y su integridad tienen precio y están al alcance del mejor postor. Porque pareciera que en este mundo todos tienen su precio. Sin embargo, los cristianos debemos recordar que el valor de la vida, la integridad y la conciencia no se puede cuantificar de ningún modo, algo que deberíamos tener en cuenta antes de ponerles precio ofreciéndolas o hipotecándolas al mejor postor. En el evangelio Dios no pone precio a la vida humana sino que honra de tal modo su dignidad, como un reflejo de Su propia imagen y semejanza que, para rescatarnos del dominio del pecado, estuvo dispuesto a pagar el inestimable precio de la vida de su propio Hijo. Por eso no podemos montar con nuestra vida una feria de rebajas, asignando precio a lo que Jesús pagó con su propia sangre, a semejanza deconocidos y tristemente célebres personajes bíblicos como Esaú; el profeta mercenario Balaam; Sansón; el apóstol traidor, Judas Iscariote; o Ananías y Safira. Se entiende, entonces el anuncio hecho por Dios por intermedio del profeta: “… así dice el Señor: «Ustedes fueron vendidos por nada, y sin dinero serán redimidos.»” (Isaías 52:3)

Arturo Rojas

Cristiano por la gracia de Dios, ministro del evangelio por convicción y apologista por vocación. Hice estudios en el Instituto Bíblico Integral de Casa Sobre la Roca y me licencié en teología por la Facultad de Estudios Teológicos y Pastorales de la Iglesia Anglicana y de Logos Christian College. Cursé enseguida una maestría en Divinidades y estudios teológicos en Laud Hall Seminary y, posteriormente, fui honrado con un doctorado honorario por Logos Christian College.

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