Si bien es cierto que, como lo sostenía Tomás de Kempis en su obra clásica La imitación de Cristo que normalmente se la atribuye: no somos más porque nos alaben ni somos menos porque nos vituperen, sino que somos quienes somos al margen de todo esto; también lo es que los seres humanos necesitamos algún tipo de afirmación por parte de la comunidad de la que formamos parte y de la que esperamos, entonces, un reconocimiento a nuestros legítimos logros y aportes a su desarrollo y consolidación. Sin embargo, con todo y ser hasta cierto punto necesaria y legítima, la alabanza que recibimos de los demás prueba como nada más lo puede hacer la madurez o inmadurez de nuestro carácter, dependiendo de cómo reaccionemos a ella. Por eso, aunque las alabanzas puedan hacer las veces de estímulo y refuerzo del saludable amor propio que Dios reconoce y aprueba de forma implícita al ordenarnos amar a los demás como nos amamos a nosotros mismos; también pueden perjudicar a la persona inmadura, fomentando en ella una vanidad malsana que la lleve a perder la perspectiva y las proporciones del caso y a creerse todas las alabanzas que se le dirigen y que se le terminan subiendo a la cabeza para inflar su ego, conduciéndola a tener de sí misma un más alto concepto del que debe tener, en contravía con las recomendaciones y advertencias bíblicas al respecto, como la que encontramos ya en el libro de Proverbios en estos términos solemnes: “En el crisol se prueba la plata; en el horno se prueba el oro; ante las alabanzas, el hombre” (Proverbios 27:21)
Probados en el crisol de las alabanzas
16 julio, 2021
2 Lectura mínima
“Una de las formas más seguras de probar el carácter de los hombres es observar cómo reaccionan ante las alabanzas que reciben”
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Sobre el autor
Arturo Rojas
Cristiano por la gracia de Dios, ministro del evangelio por convicción y apologista por vocación. Hice estudios en el Instituto Bíblico Integral de Casa Sobre la Roca y me licencié en teología por la Facultad de Estudios Teológicos y Pastorales de la Iglesia Anglicana y de Logos Christian College. Cursé enseguida una maestría en Divinidades y estudios teológicos en Laud Hall Seminary y, posteriormente, fui honrado con un doctorado honorario por Logos Christian College.
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