El pecado trae consecuencias. En primer lugar, la culpa que éste pone sobre nuestras conciencias. Y en segundo lugar, los efectos indeseables que trae sobre nuestras circunstancias y nuestra calidad de vida y de la de quienes nos rodean. En relación con la culpa, muchos han optado por echarle tierra sin resolver la causa que la origina, procurando entonces eliminar la culpa sin tratar con el pecado que la produce, en un ejercicio tan estéril e infantil como lo es el mito popular atribuido al avestruz en el sentido de esconder su cabeza en tierra ante el peligro inminente. Porque echarle tierra a la culpa negándola no resuelve nada. Sin embargo, al decir del teólogo Dietrich Bonhoeffer hoy en muchas iglesias se predica un evangelio de “gracia barata”, haciendo así referencia a que, no por el hecho de que la gracia sea gratuita, podemos pensar que la gracia es barata, sino que, por el contrario, es muy cara, pues le costó a Dios la vida de su propio Hijo. Añade que abaratamos la gracia cara justo cuando predicamos el perdón sin el arrepentimiento. Y todo parece indicar que la tendencia que se impone en nuestros días es la búsqueda de “alivio sin arrepentimiento”, frase que se utilizó como lema publicitario para promover la venta de un fármaco que promete el alivio de la resaca producto de la juerga de la víspera, sin fomentar ningún tipo de arrepentimiento por los excesos en los que se incurrió. Pero a despecho de todos estos sofismas de distracción, lo cierto es que: “Quien encubre su pecado jamás prospera; quien lo confiesa y lo deja, halla perdón” (Proverbios 28:13)
Encubrimiento o arrepentimiento y confesión
17 julio, 2021
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“No es posible obtener alivio de las consecuencias del pecado sin proceder al arrepentimiento que rompe definitivamente con él”
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Sobre el autor
Arturo Rojas
Cristiano por la gracia de Dios, ministro del evangelio por convicción y apologista por vocación. Hice estudios en el Instituto Bíblico Integral de Casa Sobre la Roca y me licencié en teología por la Facultad de Estudios Teológicos y Pastorales de la Iglesia Anglicana y de Logos Christian College. Cursé enseguida una maestría en Divinidades y estudios teológicos en Laud Hall Seminary y, posteriormente, fui honrado con un doctorado honorario por Logos Christian College.
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