Ya se ha señalado, al referirnos a lo que se designa como “soberanía”, que Dios no todo lo puede, sino que Dios sólo puede lo que quiere, de tal manera que su poder está subordinado siempre a su voluntad libre y soberana. Y también se ha indicado que su voluntad no es arbitraria o caprichosa ni mucho menos; sino que lo que Dios quiere es siempre lo justo, pues Él es justo y como tal hace siempre lo que debe, con miras al cumplimiento final de Sus buenos propósitos en el mundo. Es por eso que en último término y por más que los seres humanos, en ejercicio de nuestro albedrio, podamos, de manera individual y colectiva, influir en el curso de los acontecimientos y modificarlos dentro de un rango de acción determinado; nuestra influencia siempre tiene un carácter preliminar y preparatorio, pues Dios es quien tiene al final la última palabra, para bien o para mal, dependiendo de si actuamos con dócil y rendida obediencia a Él en línea con Su buena voluntad, o si lo hacemos en contra de ella con sutil o desafiante rebeldía. No por nada el salmista declaró en relación con esto último que: “El Señor frustra los planes de las naciones; desbarata los designios de los pueblos” (Salmo 33:10). Es por eso que los creyentes podemos proclamar con alivio y absoluta seguridad y confianza, junto con el profeta, que: “Ninguno de los pueblos de la tierra merece ser tomado en cuenta. Dios hace lo que quiere con los poderes celestiales y con los pueblos de la tierra. No hay quien se oponga a su poder ni quien le pida cuentas de sus actos” (Daniel 4:35)
Poder, voluntad y deber
7 noviembre, 2021
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“Cuando Dios hace lo que quiere podemos descansar con seguridad en que lo que quiere hacer coincide siempre con lo que debe hacer”
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Sobre el autor
Arturo Rojas
Cristiano por la gracia de Dios, ministro del evangelio por convicción y apologista por vocación. Hice estudios en el Instituto Bíblico Integral de Casa Sobre la Roca y me licencié en teología por la Facultad de Estudios Teológicos y Pastorales de la Iglesia Anglicana y de Logos Christian College. Cursé enseguida una maestría en Divinidades y estudios teológicos en Laud Hall Seminary y, posteriormente, fui honrado con un doctorado honorario por Logos Christian College.
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