La Biblia nos revela la razón por la cual este mundo creado por Dios, a pesar de sus bondades, excelencias y funcionalidad evidentes para todo observador desprejuiciado y honesto, que requieren a las claras y de manera razonable la existencia de una Inteligencia Superior detrás de él para explicarlo; no funciona sin embargo como podría y debería funcionar. Y esta razón no es otra que, desde el comienzo de los tiempos, estamos inmersos en el fuego cruzado de una guerra civil. Un conflicto cósmico. Una rebelión liderada por una poderosa y excelsa criatura espiritual y sus huestes y seguidores, entre los cuales se encuentra una gran proporción de la humanidad que, algunas veces de manera muy consciente, pero por lo general engañada y no del todo consciente; sirve también a sus propósitos como idiotas útiles y como carne de cañón. Es por eso que aún las oraciones más correctas y alineadas con Su voluntad buena, agradable y perfecta, dirigidas a Dios por los suyos, encuentran resistencia y oposición espiritual para ser respondidas en los términos en los que se formulan. Resistencia y oposición que pueden ser vencidas con nuestra perseverancia al orar, como le sucedió al profeta Daniel: “Entonces me dijo: ‘No tengas miedo, Daniel. Tu petición fue escuchada desde el primer día en que te propusiste ganar entendimiento y humillarte ante tu Dios. En respuesta a ella estoy aquí. Durante veintiún días el príncipe de Persia se me opuso…” (Daniel 10:13). Perseverancia que tiene, además, como propósito adicional, fortalecer y moldear nuestro carácter para bien.
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