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Perdiendo la vida para ganarla

“No es mal negocio sacrificar la caricatura de vida a la que aspiramos para obtener finalmente la vida verdadera que Cristo otorga”

Dios ama la vida, pues Él es su Autor. Ser cristiano no es, pues, renunciar a la vida o a las alegrías y los mejores, más disfrutables y placenteros aspectos que ella nos depara. La Biblia invita reiteradamente a disfrutar de la vida a plenitud y con alegría de muchas maneras, todas legítimas, lícitas y recomendables, pero haciéndolo con responsabilidad al mismo tiempo. Taylor Caldwell sostenía que: “La piedad sin alegría, la fe sin gozo, el deber sin los placeres inocentes…, todo esto no complace a Dios”. Pero la vida no es el valor supremo como lo pretendía Nietzsche, abogando por: “una rehabilitación de la vida, incluidos sus aspectos más tremendos, equívocos y mentirosos”. Por eso, no podemos idolatrarla, haciendo de la propia vida la finalidad de la vida, pues como continua diciéndolo Taylor Caldwell: “Dios no nos pide que muramos por Él. Nos pide que vivamos por Él. [pero] Si la muerte es nuestro destino por nuestra fe y se nos impone aunque no la busquemos, es una cosa santa”. Los cristianos primitivos, si bien vivían a plenitud, apreciando y agradeciendo continuamente a Dios por el divino don de la vida, no se aferraban a ella irreflexiva y obstinadamente, sino que estaban dispuestos a entregarla cuando fuera necesario por la causa de Cristo, como lo ilustran con claridad todos los mártires cristianos que la historia registra. Es también a la luz de estas consideraciones que podemos entender la ya citada y paradójica declaración del Señor cuando dijo: “Porque el que quiera salvar su vida, la perderá; pero el que pierda su vida por mi causa y por el evangelio, la salvará” (Marcos 8:35)

Arturo Rojas

Cristiano por la gracia de Dios, ministro del evangelio por convicción y apologista por vocación. Hice estudios en el Instituto Bíblico Integral de Casa Sobre la Roca y me licencié en teología por la Facultad de Estudios Teológicos y Pastorales de la Iglesia Anglicana y de Logos Christian College. Cursé enseguida una maestría en Divinidades y estudios teológicos en Laud Hall Seminary y, posteriormente, fui honrado con un doctorado honorario por Logos Christian College.

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