Dios en su sabia soberanía puede extraer el bien del mal, pero eso no significa que el mal deje de ser malo, ni que quienes lo cometen queden exentos de culpa por el hecho de que Dios haya utilizado eventualmente sus maldades para la realización de sus buenos propósitos “Es verdad que ustedes pensaron hacerme mal, pero Dios transformó ese mal en bien para lograr lo que hoy estamos viendo: salvar la vida de mucha gente” (Génesis 50:20). Los hermanos de José vieron cómo, en último término, Dios utilizó su malvado acto de vender como esclavo a su propio hermano, para traer un bien mayor para toda la familia del patriarca Jacob. Sin embargo, todos ellos tuvieron que pagar un costo ineludible por su maldad que no tuvo que ver tan sólo con la culpa y el remordimiento que debieron cargar en su conciencia desde entonces, sino también con todas las vicisitudes que se vieron obligados a vivir y sufrir cuando acudieron en dos oportunidades a Egipto para comprar alimentos con ocasión de los siete años de hambruna que sobrevinieron sobre toda la región del cercano Medio Oriente. José consideró de manera providencial que todo este proceso disciplinario de dolorosas pruebas a las que sometió a sus hermanos antes de que ellos lo reconocieran, luego de que él también considerara oportuno revelarles su identidad; era necesario para establecer sin lugar a dudas que sus remordimientos se hubieran traducido en verdadero arrepentimiento y en el consecuente aprendizaje de las lecciones del caso, antes de proceder a la feliz reconciliación final con todos ellos.
Pecado, culpa y consecuencia
3 noviembre, 2020
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“Aunque Dios utilice el mal para sus buenos propósitos, somos culpables. La soberanía de Dios no anula nuestra responsabilidad”
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Sobre el autor
Arturo Rojas
Cristiano por la gracia de Dios, ministro del evangelio por convicción y apologista por vocación. Hice estudios en el Instituto Bíblico Integral de Casa Sobre la Roca y me licencié en teología por la Facultad de Estudios Teológicos y Pastorales de la Iglesia Anglicana y de Logos Christian College. Cursé enseguida una maestría en Divinidades y estudios teológicos en Laud Hall Seminary y, posteriormente, fui honrado con un doctorado honorario por Logos Christian College.
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