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No hagan nada por egoísmo

“El egoísmo es el ‘ismo’ más perjudicial de todos, hallándose en el extremo opuesto del altruismo promovido por el cristianismo”

El egoísmo y la envidia son las manifestaciones de la naturaleza humana caída que más pronto se hacen evidentes en la vida humana, desde las primeras de cambio, tan pronto los niños comienzan a crecer y a tener consciencia de sí mismos y de los demás, junto con la noción de propiedad, por la que, mediante el posesivo “¡mío!” empiezan a reclamar las cosas como suyas con vehemencia. Un estado de cosas tal, que si no se corrige mediante la educación y disciplina firme y amorosa de los padres, puede llegar a unirse al orgullo para configurar personalidades egocéntricas, preocupadas únicamente de sí mismas y de ser el centro de atención, teniendo siempre la prelación y la preeminencia en todo dentro de su contexto social, como si el mundo girara alrededor de ellos. Y las personalidades egocéntricas son, a su vez, la imagen más concreta y ofensiva de la egolatría, la idolatría del “yo” a la que todos los seres humanos estamos en mayor o menor grado propensos, como una tendencia latente que pende sobre nosotros y que puede llegar a hacer presa de nosotros si no estamos debidamente conscientes de ella y vigilantes y atentos a ella. El poder del evangelio de Cristo es el recurso más eficaz que el mundo conoce para tratar con esta tendencia y mantenerla a raya con la debida solvencia, facultándonos para obedecer la instrucción: “No hagan nada por egoísmo o vanidad; más bien, con humildad consideren a los demás como superiores a ustedes mismos. Cada uno debe velar no sólo por sus propios intereses sino también por los intereses de los demás” (Filipenses 2:3-4)

Arturo Rojas

Cristiano por la gracia de Dios, ministro del evangelio por convicción y apologista por vocación. Hice estudios en el Instituto Bíblico Integral de Casa Sobre la Roca y me licencié en teología por la Facultad de Estudios Teológicos y Pastorales de la Iglesia Anglicana y de Logos Christian College. Cursé enseguida una maestría en Divinidades y estudios teológicos en Laud Hall Seminary y, posteriormente, fui honrado con un doctorado honorario por Logos Christian College.

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