Los valores cristianos y la moral asociada a ellos tal y como se nos revelan en la Biblia, no son del todo ajenos ni extraños al pensamiento secular, por mucho que éste discrepe de la Biblia en numerosos aspectos y hasta sea hostil a ella. Por eso C. S. Lewis convino en llamar Tao a la fuente única de todo juicio de valor, con independencia de la ideología o creencias religiosas o no religiosas que se profesen. Pero al mismo tiempo afirmó que el Tao sólo podía ser criticado eficaz y constructivamente desde su interior por aquellos que se sujetaban a él y no desde el exterior por quienes se sitúan al margen de él y no reconocen que esta fuente única de todo juicio de valor ejerce un derecho inalienable sobre ellos. Así se expresó textualmente al respecto: “El Tao admite el desarrollo desde su interior. Quienes comprenden y han sido guiados por el espíritu del Tao pueden modificarlo en las diversas direcciones que su propio espíritu les sugiere… El que es ajeno a él, nada sabe del tema… Sólo desde el interior del Tao mismo se tiene autoridad para modificar el Tao”. En la misma línea Tertuliano, uno de los padres de la iglesia antigua, escribió una defensa del evangelio titulada Prescripción contra los herejes en la que sostenía que los herejes ni siquiera tenían el derecho a discutir de doctrina con los ortodoxos, pues este derecho sólo lo tienen quienes forman parte de la iglesia y no quienes se encuentran al margen de ella. Y es que al final la verdad se impone, con nuestra ayuda desde el interior de ella, o a pesar de quienes la atacan desde afuera de ella: “Pues nada podemos hacer contra la verdad, sino a favor de la verdad” (2 Corintios 13:8)
Nada podemos contra la verdad
“Aún los inconversos defienden a veces los intereses de Dios, aunque lo hagan en perjuicio propio a causa de su negativa a creer”
Deja tu comentario