Examinarnos a nosotros mismos es un mandato bíblico: “Examínense para ver si están en la fe; pruébense a sí mismos. ¿No se dan cuenta de que Cristo Jesús está en ustedes? ¡A menos que fracasen en la prueba!” (2 Corintios 13:5). Y sin perjuicio del examen de conciencia que debemos ejercer en nuestros tiempos devocionales de oración, existen otras circunstancias en las que también se puede llevar a cabo este ejercicio. Una de ellas es la oportunidad que nos brinda el debate en defensa de nuestra fe ante los seguidores de otras religiones o quienes no la comparten de algún modo. Porque en este tipo de actividad, una de las primeras cosas que debemos hacer es concederle la razón a nuestro interlocutor cuando la tiene, reconociendo con humildad que podemos estar equivocados al respecto, tomando en consideración con la debida seriedad sus críticas hacia las prácticas de fe de la iglesia cuando éstas están bien fundamentadas. Así, los seguidores de religiones animistas y panteístas que tienden equivocadamente a divinizar a la naturaleza, nos recuerdan de cualquier modo que la iglesia se ha desentendido en buena medida de su cuidado y de las causas ecológicas y ambientales incluidas en el mandado cultural de Génesis 2:15. Y asimismo las religiones del Lejano Oriente nos recuerdan el valor de cultivar la interioridad, la introspección y el conocimiento de nosotros mismos, recuperando la mística bíblica que nos prepara para asumir como corresponde nuestras responsabilidades en el mundo sin caer en activismos que no se fundamenten en la comunión y el encuentro con Dios en lo íntimo de nuestro ser
Pruébense a sí mismos
“Debemos aprovechar el debate con creyentes de otras religiones para verificar que tan cristianos somos nosotros en realidad”
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