Los seres humanos ─creyentes con especialidad─ tenemos una responsabilidad en la historia. La responsabilidad de contribuir con nuestras acciones y nuestro legado a que las cosas sean mejores para todos. En desarrollo de ese propósito, nosotros mismos debemos, como es apenas obvio, llegar a ser mejores personas. Para lograrlo, es bueno entender quiénes somos, cómo somos y por qué somos como somos. En conexión con esto, es útil conocer los condicionamientos históricos que influyen en la esencia y la identidad de los diferentes grupos humanos, y en particular, aquel al que pertenecemos, identificando las influencias que determinan nuestra idiosincrasia. Algunos autores colombianos han intentado brindarnos una comprensión de todo esto, como por ejemplo Germán Puyana y su libro ¿Cómo somos? Los Colombianos, o el genetista Emilio Yunis al publicar, por su parte, ¿Por qué somos así?. Sin mencionar los esfuerzos en este sentido en otras latitudes, como el libro Quienes somos del sociólogo norteamericano Samuel Huntington, entre otros. El peligro aquí es que las razones que supuestamente explican nuestra forma de ser pueden terminar utilizándose como justificaciones conformistas para seguir siendo como somos, excusando nuestros defectos de carácter como si fueran algo inmodificable. La explicación se termina usando como disculpa que nos eximiría de nuestra responsabilidad. Pero en el evangelio no importa cuán determinantes hayan sido las influencias que explican nuestra forma de ser, puesto que: “… si alguno está en Cristo, es una nueva creación. ¡Lo viejo ha pasado, ha llegado ya lo nuevo!” (2 Corintios 5:17)
Lo viejo pasó y llegó lo nuevo
“En el evangelio las razones que explicarían nuestra forma de ser no pueden ya usarse como justificaciones para seguir siéndolo”
Yo tengo un problema con la interpretación de 2 Corintios 5:17. Y te la voy a plantear en forma de pregunta. ¿Qué fue lo que hizo nuevo Cristo en el nuevo nacimiento? Si fueran Espíritu. Alma y cuerpo, al recibir a Cristo el cambio en las actitudes sería instantáneo y evidente, así como los problemas de salud. Pero las acciones, luchas, heridas y hábitos aún actúan en el creyente después de haber aceptado a Jesús como Señor y Salvador. Yo creo que la transformación instantánea es espiritual, como se lo dijo Jesús a Nicodemo. Las heridas del alma y sus manifestaciones en forma de malos hábitos, luchas que constituyen el pecado de los creyentes deben ser tratadas, al igual que las enfermedades del cuerpo, que no desaparecen por convertirnos. Creo que por eso Pablo les recomendó a los corintios que buscaran su restauración.