El mensaje del evangelio es un mensaje de reconciliación. Reconciliación del hombre con Dios en la persona de Jesucristo y por su imprescindible intermediación. Mensaje que hace de todos y cada uno de los creyentes sus portavoces en este mundo, procediendo a reconciliarnos con Dios mediante la fe en Cristo para, posteriormente, ofrecer esa misma reconciliación a todo el que quiera experimentarla, teniendo en cuenta que: “Todo esto proviene de Dios, quien por medio de Cristo nos reconcilió consigo mismo y nos dio el ministerio de la reconciliación: esto es, que en Cristo, Dios estaba reconciliando al mundo consigo mismo, no tomándole en cuenta sus pecados y encargándonos a nosotros el mensaje de la reconciliación. Así que somos embajadores de Cristo, como si Dios los exhortara a ustedes por medio de nosotros: «En nombre de Cristo les rogamos que se reconcilien con Dios.» Al que no cometió pecado alguno, por nosotros Dios lo trató como pecador, para que en él recibiéramos la justicia de Dios” (2 Corintios 5:18-21). Pero si bien el aspecto principal de esta reconciliación es el que concierne a la relación de la humanidad con Dios, Quien perdona nuestros pecados como respuesta a nuestro humilde arrepentimiento y confesión de ellos en virtud de los méritos de Cristo a nuestro favor y nuestra rendición a Él, esta reconciliación también involucra, por extensión, nuestras relaciones con quienes nos rodean, de donde el poder reconciliador del evangelio debe apreciarse también en la manera en que resuelve o, por lo menos, matiza nuestras diferencias y conflictos con los demás, en la medida en que dependa de nosotros.
Deja tu comentario