En un segmento anterior consideramos el clamor de Asaf que, en nombre de toda la humanidad caída, sensible y dolorosamente consciente de la condenación que pende sobre todos y cada uno de nosotros los hombres si somos dejados a nuestra suerte, sin que medie ninguna drástica intervención divina a nuestro favor; acudía a Dios pidiendo: “Que lleguen a tu presencia los gemidos de los cautivos, y por la fuerza de tu brazo salva a los condenados a muerte” (Salmo 79:11). Un acertado clamor universal que Dios responde mediante el evangelio de Cristo, anticipado y anunciado también por el salmista en estos esperanzadores y definitivos términos que hallan su cumplimiento pleno en lo hecho por Cristo a favor de nosotros: “Miró el Señor desde su altísimo santuario; contempló la tierra desde el cielo, para oír los lamentos de los cautivos y liberar a los condenados a muerte; para proclamar en Sión el nombre del Señor y anunciar en Jerusalén su alabanza” (Salmo 102:19-21). Así, pues, el evangelio es para los que lo acogen y se someten a él con arrepentimiento y fe, la buena noticia de que la justa e inexorable sentencia de muerte con nuestro nombre y fecha de ejecución registrados con precisión en ella y hacia la cual cada día nos acercábamos un poco más de manera irremisible −avanzando en la fila de los sentenciados en la medida en que a diario fallecen muchas personas en el mundo por causas diferentes haciendo que nuestro turno se aproxime cada vez más−; ha sido felizmente cancelada con el decreto de indulto divino que el evangelio emite con fuerza de ley a favor de todos los creyentes.
Liberados de la sentencia de muerte
13 mayo, 2021
2 Lectura mínima
“Cristo nos libró de la sentencia de muerte que pendía sobre cada uno de nosotros y nos sacó así de la lista de ejecución”
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Sobre el autor
Arturo Rojas
Cristiano por la gracia de Dios, ministro del evangelio por convicción y apologista por vocación. Hice estudios en el Instituto Bíblico Integral de Casa Sobre la Roca y me licencié en teología por la Facultad de Estudios Teológicos y Pastorales de la Iglesia Anglicana y de Logos Christian College. Cursé enseguida una maestría en Divinidades y estudios teológicos en Laud Hall Seminary y, posteriormente, fui honrado con un doctorado honorario por Logos Christian College.
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