La naturaleza humana es tal que desde la infancia aprendemos a exponer los hechos de modo que cada una de las partes llega a convencerse de ser la agredida y no la agresora. Así, bajo la creencia de que toda represalia está justificada, ambos bandos se sienten autorizados para sus respectivas agresiones, emprendidas sin sentimiento de culpa por quienes se hallan enfrentados. Esta forma de razonar llega a hacer de la venganza algo legítimo, puesto que para efectos prácticos no existe ninguna diferencia entre una represalia y una venganza. Pero en relación con esta última Dios es muy claro en las Escrituras: “Mía es la venganza; yo pagaré. A su debido tiempo, su pie resbalará. Se apresura su desastre, y el día del juicio se avecina” (Deuteronomio 32:35). Con esto en mente y sin perjuicio del papel asignado por Dios a las autoridades para hacer justicia, existen un buen número de conflictos que podrían haberse resuelto o evitado al romper el ciclo de agresiones, cediendo el presunto y en muchos casos dudoso derecho a la represalia, comenzando porque hay coyunturas tan complejas y con tanta historia detrás de ellas que es muy difícil, desgastante y hasta inoficioso establecer quien fue el agresor inicial. Por eso debemos recordar que la conocida ley del talión que dice: “ojo por ojo, diente por diente, mano por mano, pie por pie” (Éxodo 21:24), no buscaba justificar las venganzas o represalias mutuas, sino establecer justicia estricta en los tribunales ordenados para este fin. Por eso: “No digas: «Le haré lo mismo que me hizo; le pagaré con la misma moneda.»” (Proverbios 24:29)
La represalia como excusa
11 julio, 2021
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“Desde niños ‘él comenzó’ ha sido la excusa que utilizamos para convencemos de ser los agredidos y justificar así las venganzas”
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Sobre el autor
Arturo Rojas
Cristiano por la gracia de Dios, ministro del evangelio por convicción y apologista por vocación. Hice estudios en el Instituto Bíblico Integral de Casa Sobre la Roca y me licencié en teología por la Facultad de Estudios Teológicos y Pastorales de la Iglesia Anglicana y de Logos Christian College. Cursé enseguida una maestría en Divinidades y estudios teológicos en Laud Hall Seminary y, posteriormente, fui honrado con un doctorado honorario por Logos Christian College.
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