La muerte es el gran enemigo que será derrotado por Dios en virtud del poder de la resurrección final ya anunciada, vivida y demostrada en carne propia por el Señor Jesucristo, en beneficio de quienes han creído y rendido su vida a Él en arrepentimiento y fe. Pero al mismo tiempo y hasta entonces, la muerte es una parte natural de la vida humana que la acompaña siempre y que debemos, por tanto, aceptar e incluso aprovechar del modo más reflexivo y lúcido para ampliar nuestra perspectiva, ordenar correctamente nuestras prioridades y utilizar nuestro tiempo de vida en este mundo de la mejor y más responsable manera, puesto que: “Vale más el buen nombre que el buen perfume. Vale más el día en que se muere que el día en que se nace. Vale más ir a un funeral que a un festival. Pues la muerte es el fin de todo hombre, y los que viven debieran tenerlo presente. Vale más llorar que reír; pues entristece el rostro, pero le hace bien al corazón. El sabio tiene presente la muerte; el necio sólo piensa en la diversión” (Eclesiastés 7:1-4). Por todo lo anterior haríamos entonces bien en tener presente el sabio consejo del predicador cuando nos exhorta en estos perentorios términos: “Acuérdate de tu Creador antes que se rompa el cordón de plata y se quiebre la vasija de oro, y se estrelle el cántaro contra la fuente y se haga pedazos la polea del pozo. Volverá entonces el polvo a la tierra, como antes fue, y el espíritu volverá a Dios, que es quien lo dio. Lo más absurdo de lo absurdo, ¡todo es un absurdo! -ha dicho el Maestro…” (Eclesiastés 12:6-8)
La reflexión sobre la muerte
30 julio, 2021
2 Lectura mínima
“Paradójicamente, es justo la reflexión sobre la muerte la que puede cambiar de modo favorable nuestra perspectiva sobre la vida”
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Sobre el autor
Arturo Rojas
Cristiano por la gracia de Dios, ministro del evangelio por convicción y apologista por vocación. Hice estudios en el Instituto Bíblico Integral de Casa Sobre la Roca y me licencié en teología por la Facultad de Estudios Teológicos y Pastorales de la Iglesia Anglicana y de Logos Christian College. Cursé enseguida una maestría en Divinidades y estudios teológicos en Laud Hall Seminary y, posteriormente, fui honrado con un doctorado honorario por Logos Christian College.
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