La partida de un ser querido es un hecho doloroso que, aun así, presta una utilidad difícil de obtener en otras circunstancias. En primer lugar, la muerte de un ser querido suele reunir alrededor de su partida a muchos miembros de la familia que llevaban tiempo sin verse y de este modo renueva y refresca el contacto entre parientes unidos por el vínculo consanguíneo y por historias y recuerdos comunes. Y en segundo lugar puede suscitar en los dolientes y en sus acompañantes reflexiones sobre su propia muerte y destino eterno y la consideración sobre si se encuentran debidamente preparados para dar este paso crucial cuando les llegue el turno, algo que invariablemente sucederá tarde o temprano y sin previo aviso. Y eventualmente, esta reflexión puede convertirse en el afortunado punto de inflexión que los lleve a tomar en cuenta a Dios y los asuntos espirituales con la seriedad que ameritan, marcando un provechoso cambio de rumbo que los conduzca finalmente a Dios y a la redención en Cristo, lo único que nos prepara con ventaja para dar este paso de manera confiada. Por eso: “Vale más el buen nombre que el buen perfume. Vale más el día en que se muere que el día en que se nace. Vale más ir a un funeral que a un festival. Pues la muerte es el fin de todo hombre, y los que viven debieran tenerlo presente…El sabio tiene presente la muerte; el necio sólo piensa en la diversión… Acuérdate de tu Creador antes que se rompa el cordón de plata y se quiebre la vasija de oro, y se estrelle el cántaro contra la fuente y se haga pedazos la polea del pozo…” (Eclesiastés 7:1-4; 12:6-8)
Cuando se haga pedazos la polea del pozo
31 julio, 2021
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“Aun la partida de un ser querido puede ser útil si despierta en nosotros la reflexión y la preparación para la muerte”
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Sobre el autor
Arturo Rojas
Cristiano por la gracia de Dios, ministro del evangelio por convicción y apologista por vocación. Hice estudios en el Instituto Bíblico Integral de Casa Sobre la Roca y me licencié en teología por la Facultad de Estudios Teológicos y Pastorales de la Iglesia Anglicana y de Logos Christian College. Cursé enseguida una maestría en Divinidades y estudios teológicos en Laud Hall Seminary y, posteriormente, fui honrado con un doctorado honorario por Logos Christian College.
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