El apóstol Pablo formuló la siguiente pregunta retórica cuya respuesta se cae de su peso: “«¿Quién ha conocido la mente del Señor, o quién ha sido su consejero?»” (Romanos 11:34). Y si bien la respuesta obvia aquí es: nadie; sin perjuicio de ello y en virtud de la prometida presencia iluminadora del Espíritu Santo en el creyente, unida al esfuerzo consciente y diligente de éste en el estudio y profundización de las Escrituras, estas dos circunstancias traen como resultado la excepción que confirma la regla en este aspecto en cuanto a que el creyente en Cristo puede llegar a tener una perspectiva de la vida tan cierta y clara como la que tuvo Jesucristo. O más exactamente, en palabras del apóstol, “tener la mente de Cristo”, como lo indica más adelante al señalar la única excepción a la pregunta retórica que ya había formulado antes en Romanos: “«¿quién ha conocido la mente del Señor para que pueda instruirlo?» Nosotros, por nuestra parte, tenemos la mente de Cristo” (1 Corintios 2:16). Más allá de la reacción de conmovida, agradecida y maravillada sorpresa que esto debería generar en nosotros en el momento en que llegamos a comprender su profundidad e implicaciones; lo cierto es que este privilegio también pone sobre nosotros elevadas responsabilidades del mismo orden, como lo es el disponer nuestra voluntad para vivir conforme a esa esclarecida visión de la realidad y sus correspondientes dinámicas, que Dios nos otorga mediante Su revelación en el evangelio y la iluminación de Su Espíritu, junto con nuestro deber de contarlo a otros para tratar de conducirlos a la misma condición de la que hemos sido beneficiarios por parte de Dios.
La mente de Cristo
8 febrero, 2023
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“Los creyentes no podemos descubrir que tenemos la mente de Cristo sin maravillarnos, conmovernos y temblar ante esta verdad”
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Sobre el autor
Arturo Rojas
Cristiano por la gracia de Dios, ministro del evangelio por convicción y apologista por vocación. Hice estudios en el Instituto Bíblico Integral de Casa Sobre la Roca y me licencié en teología por la Facultad de Estudios Teológicos y Pastorales de la Iglesia Anglicana y de Logos Christian College. Cursé enseguida una maestría en Divinidades y estudios teológicos en Laud Hall Seminary y, posteriormente, fui honrado con un doctorado honorario por Logos Christian College.
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