Un factor clave que hace que la razón humana natural, dejada a su suerte, se quede corta para poder comprender los asuntos de la fe es lo dicho por el apóstol Pablo: “El que no tiene el Espíritu no acepta lo que procede del Espíritu de Dios, pues para él es locura. No puede entenderlo, porque hay que discernirlo espiritualmente” (1 Corintios 2:14). No se trata, pues, de que “el que lee la Biblia se vuelve loco”, como lo promulgaba ese infundio que fue tan popular y que aún mantiene vigencia entre algunas personas, divulgado en su momento por las jerarquías eclesiásticas del catolicismo romano para impedir el acceso del laico común a la lectura directa de las Escrituras, disuadiéndolo de acudir a ellas, precisamente cuando los esfuerzos de la Reforma las pusieron por fin al alcance de todo el que supiera leer al traducirlas a todos los idiomas propios de las naciones europeas, para poder así, mediante la prohibición de su lectura reforzada por estas intimidatorias, falsas y supersticiosas creencias, mantener el control y el monopolio sobre su, presuntamente, correcta interpretación para manipular las conciencias de los fieles. Lo único cierto, entonces, que puede haber detrás de esta creencia es, más bien, que a quien lee la Biblia sin haber rendido primero su vida a Cristo, su mensaje le parece una locura, pues carece aún del acceso a Dios que le permita contar con la asistencia del Espíritu Santo como tutor y mentor a la hora de leerla y llegar no sólo a entenderla correctamente con la mente, sino a comprenderla también con el corazón, fortaleciendo e inclinando la voluntad dócilmente a su convencida y dispuesta obediencia
Hay que discernirlo espiritualmente
7 febrero, 2023
2 Lectura mínima
“El evangelio no puede ser comprendido y aceptado con nuestra limitada y tendenciosa mente sin la iluminación del Espíritu Santo”
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Sobre el autor
Arturo Rojas
Cristiano por la gracia de Dios, ministro del evangelio por convicción y apologista por vocación. Hice estudios en el Instituto Bíblico Integral de Casa Sobre la Roca y me licencié en teología por la Facultad de Estudios Teológicos y Pastorales de la Iglesia Anglicana y de Logos Christian College. Cursé enseguida una maestría en Divinidades y estudios teológicos en Laud Hall Seminary y, posteriormente, fui honrado con un doctorado honorario por Logos Christian College.
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