Habiendo señalado ya de variadas formas el simbolismo de la levadura en las Escrituras, en particular para designar y denunciar esos puntos ciegos que nos llevan a no prestarle la debida atención a los pecados que nos parecen pequeños por considerarlos detalles con poca o ninguna importancia; es oportuno indicar ahora el potencial que éstos tienen, no ya solo para desviarnos sutilmente y hacernos perder el rumbo y el foco en nuestro andar con Cristo o para terminar a la postre contaminándolo todo, sino también la manera en que, como un lastre que se acumula cada vez más sobre nosotros, pueden llegar a frenarnos y hacernos perder gradualmente el ritmo entusiasta que ese andar nos impone, cayendo así en una inercia que, carente ya del impulso y la vitalidad espiritual que Dios a través de su Espíritu puede impartirnos continuamente para lograr contrarrestarla con éxito, nos lleva más temprano que tarde a detenernos y a quedarnos varados en el camino sin lograr avanzar más hacia la meta, resignando nuestro compromiso cristiano que termina diluido en un mar de apatía difícil de revertir. Es significativo que cuando el apóstol Pablo se dirigió a los gálatas con estas palabras de advertencia recurrentes en sus epístolas: “«Un poco de levadura fermenta toda la masa.»” (Gálatas 5:9), venía previamente diciéndoles: “Ustedes estaban corriendo bien. ¿Quién los estorbó para que dejaran de obedecer a la verdad?…” (Gálatas 5:7). La levadura es, pues, aquí el estorbo o el obstáculo que nos lleva a abandonar la carrera y nuestro compromiso y la consecuente disposición a la obediencia que debería caracterizarnos
La levadura, el freno de la fe
“Descuidar conscientemente los detalles puede ser el poco de levadura que nos lleve finalmente a abandonar del todo el compromiso”
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