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La fe, las obras y el amor

“En el cristianismo lo que vale no es la fe solamente, y ni siquiera la fe que hace buenas obras, sino la fe que las hace por amor”

“Solo la fe salva”, decía Martín Lutero en su defensa de la doctrina bíblica de la justificación por la fe, añadiendo enseguida “pero la fe no viene sola”, para indicar que, si bien las buenas obras no son la causa de la justificación, sí deben ser invariablemente la consecuencia de ella en la vida del creyente, de modo que sigan y acompañen siempre a la fe auténtica, en línea con lo declarado por Santiago en su epístola, cuando reconviene a sus lectores en estos términos: “¡Qué tontería! ¿Acaso no te das cuenta de que la fe sin buenas acciones es inútil?” (Santiago 2:20 NTV), señalando como ejemplo el caso de Abraham, justamente el padre de la fe, en quien: “… Su fe y sus obras actuaban conjuntamente, y su fe llegó a la perfección por las obras que hizo” (Santiago 2:22). Así, pues, la fe y las obras vienen en tándem, como las bicicletas de dos personas, una detrás de la otra, que realizan su actividad en equipo y combinan sus esfuerzos para llegar a la meta. Sin embargo, Pablo añade un detalle muy significativo y determinante a este cuadro que pone la vara más alta para los creyentes y corona con broche de oro la actividad conjunta y mancomunada desempeñada por la fe en combinación con las obras. Este detalle consiste en que el tándem de fe y buenas obras debe estar motivado e impulsado por el amor, pues: “… “En Cristo Jesús de nada vale estar o no estar circuncidados; lo que vale es la fe que actúa mediante el amor” (Gálatas 5:6), como lo había dejado ya establecido de forma más amplia en el capítulo 13 de la primera epístola a los Corintios, llamado por lo mismo, el capítulo de la preeminencia del amor

Arturo Rojas

Cristiano por la gracia de Dios, ministro del evangelio por convicción y apologista por vocación. Hice estudios en el Instituto Bíblico Integral de Casa Sobre la Roca y me licencié en teología por la Facultad de Estudios Teológicos y Pastorales de la Iglesia Anglicana y de Logos Christian College. Cursé enseguida una maestría en Divinidades y estudios teológicos en Laud Hall Seminary y, posteriormente, fui honrado con un doctorado honorario por Logos Christian College.

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