Decía Blas Pascal que: “No hay desgracias que valgan contra quien tiene la seguridad plena de la eternidad”. Ciertamente, los beneficios temporales de la fe deben distinguirse de los beneficios eternos, no porque riñan entre sí o porque estemos enfrentados a la disyuntiva de tener que elegir entre ambos, sino porque en último término los beneficios temporales no dejan de ser contingentes, mientras que los eternos son ciento por ciento seguros y están garantizados por Dios a través de Sus promesas. Es por eso que la vida cristiana no está exenta de vicisitudes. La Biblia deja constancia indiscutible de las pruebas a las cuales está expuesto el creyente en mayor o menor medida. Estas pruebas se presentan en un significativo número de veces como desgracias reales o potenciales que golpean la apacible vida del creyente, cuyo más ilustrativo y proverbial caso es el del patriarca Job. Pero es en estas circunstancias cuando la incondicionalidad de nuestra fe está llamada a sostenernos con la convicción de que las desgracias temporales eventuales de las que seamos víctimas no admiten ni siquiera comparación con los beneficios eternos que nos están reservados por Dios, como lo entendieron bien los amigos del profeta Daniel: “Sadrac, Mesac y Abednego le respondieron a Nabucodonosor: -¡No hace falta que nos defendamos ante Su Majestad!Si se nos arroja al horno en llamas, el Dios al que servimos puede librarnos del horno y de las manos de Su Majestad.Pero aun si nuestro Dios no lo hace así, sepa usted que no honraremos a sus dioses ni adoraremos a su estatua” (Daniel 3:16-18)
La fe en el horno de fuego
5 noviembre, 2021
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“Aunque nos depare beneficios en este mundo, la fe auténtica no puede estar condicionada a la obtención de esos beneficios”
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Sobre el autor
Arturo Rojas
Cristiano por la gracia de Dios, ministro del evangelio por convicción y apologista por vocación. Hice estudios en el Instituto Bíblico Integral de Casa Sobre la Roca y me licencié en teología por la Facultad de Estudios Teológicos y Pastorales de la Iglesia Anglicana y de Logos Christian College. Cursé enseguida una maestría en Divinidades y estudios teológicos en Laud Hall Seminary y, posteriormente, fui honrado con un doctorado honorario por Logos Christian College.
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