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La fe de carbonero

“El conocimiento sin fe no salva a nadie, pero la fe sin conocimiento puede ser un estado muy peligroso para quienes ya son salvos”

Blas Pascal decía: “Dos excesos: no admitir la razón, y no admitir más que la razón”. Con esta puntual frase denunciaba dos excesos o posiciones extremas que se deben evitar en la vida de fe: el fideísmo y el racionalismo. El racionalismo es, como su nombre lo indica, no admitir más que la razón. Es decir, hacer de la razón humana el último tribunal de apelación para dirimir todo asunto, por encima incluso de la revelación, como lo ha terminado haciendo la teología liberal en las toldas cristianas. Y el fideísmo es, también como su nombre lo indica, no admitir la razón haciendo de la fe (del latín fides) no sólo lo principal en el cristianismo –como, de hecho, debe serlo− sino lo único, pues el fideísmo se define como la doctrina que afirma que a Dios no se puede llegar mediante la razón, sino únicamente mediante la fe y que, por lo tanto, el razonamiento es irrelevante a la creencia religiosa. Terminamos así con creyentes disfuncionales que profesan lo que se conoce como “fe de carbonero”, una fe crédula y hasta supersticiosa que no está en capacidad de dar razones ni entender siquiera lo que cree, y que son, por lo mismo, muy manipulables y fáciles de desviar entonces, al renunciar al saludable ejercicio de la razón en el campo de la fe para la necesaria comprensión y obtención de conocimiento, olvidando la advertencia divina por medio del profeta: “pues por falta de conocimiento mi pueblo ha sido destruido. »Puesto que rechazaste el conocimiento, yo también te rechazo como mi sacerdote. Ya que te olvidaste de la ley de tu Dios, yo también me olvidaré de tus hijos” (Oseas 4:6)

Arturo Rojas

Cristiano por la gracia de Dios, ministro del evangelio por convicción y apologista por vocación. Hice estudios en el Instituto Bíblico Integral de Casa Sobre la Roca y me licencié en teología por la Facultad de Estudios Teológicos y Pastorales de la Iglesia Anglicana y de Logos Christian College. Cursé enseguida una maestría en Divinidades y estudios teológicos en Laud Hall Seminary y, posteriormente, fui honrado con un doctorado honorario por Logos Christian College.

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