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El conocimiento y la fe

“Una cosa es reconocer humildes lo que ignoramos y otra es permanecer en nuestra ignorancia como si fuera recomendable”

“Sólo sé que nada sé” decía el filósofo griego, Sócrates. Y en este mismo orden de ideas, el filósofo y teólogo cristiano alemán, Nicolás de Cusa hablaba de la “docta ignorancia”, afirmando que: “Ningún hombre, ni el más diligente, llegará… más que a encontrarse doctísimo en la ignorancia que le es propia; y tanto más sabio será cuanto más ignorante se reconozca”. Es decir que, por mucho que estudiemos, sepamos, aprendamos y conozcamos, siempre seremos más “doctos” en lo que todavía ignoramos que en lo que ya sabemos. Dicho de otro modo, nuestro conocimiento de todo lo que nos falta por aprender siempre será mayor que lo que ya hemos aprendido. Pero el tener conciencia de todo lo que ignoramos es, sin embargo, un conocimiento valioso que fomenta en nosotros la virtud cristiana de la humildad. La noción de la “docta ignorancia” sirve entonces para contrarrestar el envanecimiento típico del erudito, junto con el peligro de que en el cristianismo se termine reemplazando la fe por el conocimiento, pues: “… en el evangelio se revela la justicia que proviene de Dios, la cual es por fe de principio a fin” (Romanos 1:17). La fe tiene, pues, prioridad sobre el conocimiento y éste último debe, entonces, subordinarse siempre a ella y ponerse a su servicio, como lo decía Anselmo: “Creo, para llegar a comprender; no comprendo, para llegar a creer”. La fe viene primero. El conocimiento y la correspondiente comprensión, después, y no al contrario, sin que esto sea un pretexto para menospreciar el conocimiento y permanecer en la ignorancia, ya que: “… por falta de conocimiento mi pueblo ha sido destruido…” (Oseas 4:6)

Arturo Rojas

Cristiano por la gracia de Dios, ministro del evangelio por convicción y apologista por vocación. Hice estudios en el Instituto Bíblico Integral de Casa Sobre la Roca y me licencié en teología por la Facultad de Estudios Teológicos y Pastorales de la Iglesia Anglicana y de Logos Christian College. Cursé enseguida una maestría en Divinidades y estudios teológicos en Laud Hall Seminary y, posteriormente, fui honrado con un doctorado honorario por Logos Christian College.

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