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La capacidad de maravillarnos

“La pérdida de la capacidad de maravillarnos ante la creación de Dios es la que marca la diferencia entre el sabio y el necio”

El famoso físico teórico Richard Feynman afirmaba que: “Los poetas dicen que la ciencia no valora la belleza de las estrellas… Pero yo también soy capaz de verlas y sentirlas en una noche limpia… mi imaginación se ensancha con la vastedad del firmamento; clavando los ojos en este carrusel, percibo luces que nacieron hace un millón de años. No afecta al misterio saber un poco de él”. Pero esta tentación contra la que este físico reacciona de manera personal, nos acecha a todos los seres humanos, pues cuando crecemos y adquirimos de la mano de la ciencia algunos conocimientos acerca del funcionamiento de las cosas que de niños nos asombraban y maravillaban con su misterio, dejamos entonces de maravillarnos con ellas. Max Lucado denuncia esta actitud, afirmando que cuando hemos estudiado el universo y estamos aprendiendo y comprendiendo un poco su funcionamiento, “para algunos, la pérdida del misterio los llevó a perder la majestad. Mientras más sabemos, menos creemos… Saber cómo funciona no debería dejar de maravillarnos… Mientras más sabemos, más deberíamos maravillarnos. Es paradójico, pero mientras más sabemos, menos adoramos…” y termina diciendo con ironía: “No es de extrañarnos que no nos maravillemos. Ya lo sabemos todo”, lo cual no es más que uno de los síntomas del creciente proceso de degradación moral en el que la humanidad ha incurrido por no tener en cuenta ni hacer buen uso del conocimiento natural y universal de Dios que todos poseemos en principio, concluyendo con el siguiente diagnóstico: “Aunque afirmaban ser sabios, se volvieron necios” (Romanos 1:22)

Arturo Rojas

Cristiano por la gracia de Dios, ministro del evangelio por convicción y apologista por vocación. Hice estudios en el Instituto Bíblico Integral de Casa Sobre la Roca y me licencié en teología por la Facultad de Estudios Teológicos y Pastorales de la Iglesia Anglicana y de Logos Christian College. Cursé enseguida una maestría en Divinidades y estudios teológicos en Laud Hall Seminary y, posteriormente, fui honrado con un doctorado honorario por Logos Christian College.

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