La brecha generacional es una problemática que afecta la comunicación entre padres e hijos impidiendo el entendimiento entre ellos, generando deficiencias que impiden que los padres logren transmitir eficazmente sus valores a sus hijos, operando también en sentido contrario cuando los padres se aferran a sus resabios y no hacen caso de la invitación que sus hijos y las nuevas generaciones les formulan para que ‒a semejanza de Josué y Caleb‒ renueven sus mentes y avancen a los nuevos derroteros a los que Dios los llama. La generación de israelitas criada en el desierto durante el éxodo aprendió a confiar y a depender de Dios de una manera que sus padres nunca lograron alcanzar, a pesar de ser testigos de los mismos hechos efectuados por Dios a favor de su pueblo, aferrados al pasado y a su condición anterior en Egipto, convirtiéndose en una verdadera molestia para Dios en su paso por el desierto: “… aunque vieron mi gloria y las maravillas que hice en Egipto y en el desierto, ninguno de los que me desobedecieron y me pusieron a prueba repetidas veces verá jamás la tierra que, bajo juramento, prometí dar a sus padres. ¡Ninguno de los que me despreciaron la verá jamás! En cambio, a mi siervo Caleb, que ha mostrado una actitud diferente y me ha sido fiel, le daré posesión de la tierra que exploró, y su descendencia la heredará… Ninguno de los censados mayores de veinte años, que murmuraron contra mí, tomará posesión de la tierra que les prometí. Sólo entrarán en ella Caleb hijo de Jefone y Josué hijo de Nun” (Números 14:22-24, 29-30)
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