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El complejo de langosta

“Una adecuada percepción de Dios nos libra de sufrir el engañoso 'complejo de langosta' cuando encaramos grandes dificultades”

La realidad no depende de la percepción que tengamos de ella, pues la realidad es lo que es al margen de cómo la percibamos. Pero la percepción de la realidad es engañosa cuando no incluimos a Dios en ella, pues Dios es, por decirlo así, lo más real de la realidad. Con mayor razón cuando nos encontramos frente a problemáticas que superan de lejos nuestras fuerzas, recursos y posibilidades, como la que enfrentaron los israelitas a las puertas de la tierra prometida, que a pesar de su manifiesta abundancia y fertilidad, estaba habitada por enemigos que, en el plano natural, eran visiblemente más numerosos y poderosos que ellos, circunstancia que llevó a los espías enviados por Moisés a explorarla a declarar atemorizados: “… ─No podremos combatir contra esa gente. ¡Son más fuertes que nosotros! Y comenzaron a esparcir entre los israelitas falsos rumores acerca de la tierra que habían explorado. Decían: ─La tierra que hemos explorado se traga a sus habitantes, y los hombres que allí vimos son enormes. ¡Hasta vimos anaquitas! Comparados con ellos, parecíamos langostas, y así nos veían ellos a nosotros” (Números 13:31-33). Sentirse, pues, como una pequeña e inerme langosta ante la enormidad de las dificultades que a la sazón debemos enfrentar, es el producto directo de tener una percepción estrecha de la realidad que no logra ver a Dios actuando en ella a favor de los suyos, como sí lo hicieron Josué y Caleb, los únicos de su generación que entraron con confianza y resolución a la tierra prometida gracias a que incorporaron a Dios en su percepción de la realidad.

Arturo Rojas

Cristiano por la gracia de Dios, ministro del evangelio por convicción y apologista por vocación. Hice estudios en el Instituto Bíblico Integral de Casa Sobre la Roca y me licencié en teología por la Facultad de Estudios Teológicos y Pastorales de la Iglesia Anglicana y de Logos Christian College. Cursé enseguida una maestría en Divinidades y estudios teológicos en Laud Hall Seminary y, posteriormente, fui honrado con un doctorado honorario por Logos Christian College.

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