La esclavitud se resiste a desaparecer del mundo moderno mediante el lucrativo negocio criminal de las mafias organizadas alrededor de la trata de personas. Sin embargo, no podemos olvidar que, a diferencia de hoy día, ésta era algo común, legal y generalizado en las grandes civilizaciones antiguas, incluyendo al imperio romano en el primer siglo de la era cristiana en el que una tercera parte de la población sufría esta condición. Y si bien en el Antiguo Testamento no se prohibía, sí se incorporaron numerosas medidas para reglamentarla y volverla mucho más humana que en las culturas circundantes de Israel. En conexión con estos preceptos e instrucciones al respecto, el Antiguo Testamento nunca la consideró algo legítimo en vista de la liberación de la esclavitud egipcia efectuada por Dios a favor de su pueblo en cabeza de Moisés. El Nuevo Testamento se expresó en contra de ella de manera implícita en las epístolas, siguiendo la línea iniciada en el Antiguo Testamento de suavizar los tratos entre amos y esclavos en el marco de la fraternidad cristiana: “Tal vez por eso Onésimo se alejó de ti por algún tiempo, para que ahora lo recibas para siempre, ya no como a esclavo, sino como algo mejor: como a un hermano querido, muy especial para mí, pero mucho más para ti, como persona y como hermano en el Señor” (Filemón 1:15-16), sembrando así el fermento que culminará en la abolición de la esclavitud en la antigüedad, de donde ni ayer ni hoy se podrá apelar a la Biblia para defender la legitimidad de la esclavitud en ningún sentido en vista de la redención llevada a cabo por Cristo
La abolición de la esclavitud
“Antes de lograr la abolición de la esclavitud el evangelio fue el estímulo para que amos y esclavos se trataran como hermanos”
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