El Señor Jesucristo fue anunciado por el profeta, entre otros, como “Príncipe de paz” (Isaías 9:6) y su ministerio fue descrito como uno en el que: “Se extenderán su soberanía y su paz, y no tendrán fin” (Isaías 9:7).Y si bien es cierto que la paz es uno de los principales aspectos que caracteriza el reino de Dios, también lo es que la paz que Jesucristo vino a traernos no es como la del mundo, según Él mismo lo reveló a los suyos en vísperas de su pasión, muerte, y resurrección. Sea como fuere y sin perjuicio de la paz que Cristo vino a traernos, la paz política, con todo y su carácter superficial en relación con la mayor consistencia y sustancia que posee la paz que Cristo nos brinda en el evangelio; no riñe necesariamente con ésta sino que es un valor agregado a ella que no debemos menospreciar, al punto que en el sermón del monte el Señor Jesucristo pronunció la siguiente promesa sobre los pacificadores: “Dichosos los que trabajan por la paz, porque serán llamados hijos de Dios” (Mateo 5:9). Trabajar, pues, por la paz política es algo que también debe formar parte del llamado de la iglesia a la par que se anuncia y promueve la paz anunciada en el evangelio a los no creyentes. Pero en este propósito debemos recordar que la paz verdadera es siempre un resultado de la justicia y no algo que pueda darse al margen de ella, caso en el cual no es más que una tregua entre hostilidades. Y es que la paz en todas sus formas se apoya siempre, de un modo u otro en la justicia, como nos lo informa bien el profeta: “El producto de la justicia será la paz; tranquilidad y seguridad perpetuas serán su fruto” (Isaías 32:17)
Justicia y paz
29 agosto, 2021
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“No se puede pretender alcanzar ningún tipo de paz política duradera que no se apoye en la defensa y promoción de la justicia”
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Sobre el autor
Arturo Rojas
Cristiano por la gracia de Dios, ministro del evangelio por convicción y apologista por vocación. Hice estudios en el Instituto Bíblico Integral de Casa Sobre la Roca y me licencié en teología por la Facultad de Estudios Teológicos y Pastorales de la Iglesia Anglicana y de Logos Christian College. Cursé enseguida una maestría en Divinidades y estudios teológicos en Laud Hall Seminary y, posteriormente, fui honrado con un doctorado honorario por Logos Christian College.
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