La expresión “junto al camino” en la Biblia, que puede parecer intrascendente y útil tan sólo para indicar una ubicación espacial relativa, puede llegar a ser muy sugestiva cuando tenemos en cuenta que, en un sentido metafórico, el Camino es Cristo, como Él mismo lo declaró: “Yo soy el camino, la verdad y la vida ꟷle contestó Jesúsꟷ. Nadie llega al Padre sino por mí” (Juan 14:6), y que los primeros cristianos fueron conocidos, precisamente, como “los del camino”. Así, en sentido igualmente metafórico, estar “junto al camino” puede adquirir connotaciones más significativas que las estrictamente espaciales y neutras, cuando se toma la expresión de manera literal únicamente. Tamar, la nuera de Judá, por ejemplo, tuvo que acercarse y ubicarse junto al camino aparentando ser una prostituta para poder reivindicar sus derechos de mujer viuda que le eran negados por su suegro, como lo ilustra la referencia que se hace así a ella al tratar de ubicar su paradero: “Entonces preguntó a la gente del lugar: —¿Dónde está la prostituta del santuario de Enayin, la que se sentaba junto al camino?…” (Génesis 38:21). Otra referencia favorable a esta ubicación la encontramos asociada al ciego Bartimeo y compañía, quienes fueron hallados por Jesús junto al camino antes de proceder a sanarlos de su ceguera: “Dos ciegos que estaban sentados junto al camino, al oír que pasaba Jesús, gritaron: —¡Señor, Hijo de David, ten compasión de nosotros!” (Mateo 20:30). También el profeta anhelaba hacer un alto en su algo ingrato y difícil ministerio para poder descansar junto al camino: “¡Ojalá tuviera yo en el desierto una posada junto al camino! Abandonaría a mi pueblo y me alejaría de ellos. Porque todos ellos son adúlteros, son una banda de traidores” (Jeremías 9:2). Del mismo modo, el carácter arduo y sufrido del ministerio terrenal del propio Señor Jesucristo encuentra alivio junto al camino, como se indica en el salmo 110, mesiánico por excelencia, es decir que hace directa alusión a Cristo, de Quien siendo Él mismo el camino, se dice sin embargo que: “Beberá de un arroyo junto al camino y por eso levantará su cabeza” (Salmo 110:7).
No obstante, ubicarse indefinidamente junto al camino sin volver a él puede resultar peligroso por los riesgos que pueden acecharnos también junto al camino, aludidos así en relación con la amenazante, idólatra y algo traicionara tribu de Dan: “Dan es una serpiente junto al camino, una víbora junto al sendero, que muerde los talones del caballo y hace caer de espaldas al jinete” (Génesis 49:17). Y de no ser por la benevolencia del rey David que le perdonó la vida, tipificando a Cristo, Saúl habría caído muerto ejecutado por David cuando aquel acampó con ligereza junto al camino quedando a merced de David y sus hombres: “Acampó en la colina de Jaquilá que está frente al desierto, junto al camino. Cuando David, que vivía en el desierto…” (1 Samuel 26:3), podía haberle quitado la vida. La conspiración traicionera y condenable hacia su padre David por parte de Absalón también se fraguó junto al camino, pues Absalón: “Se ponía temprano junto al camino de la entrada de la ciudad y a todo el que llegaba con algún pleito a pedir justicia al rey, Absalón lo llamaba y le preguntaba: ‘¿De qué ciudad eres?’. Cuando el interpelado le respondía: ‘este siervo tuyo es de tal tribu de Israel’” (2 Samuel 15:2 BLPH), ganándose así los afectos y lealtades del pueblo en contra de su padre. Y las infidelidades e idolatrías de Israel a lo largo de su historia son comparables a las de una mujer adúltera ubicada junto al camino: “«Fíjate bien en esas lomas desoladas: ¿Hay algún lugar donde no fuiste deshonrada? Como un beduino en el desierto, te sentabas junto al camino, a la espera de tus amantes. Has contaminado la tierra con tus prostituciones y maldades” (Jeremías 3:2). En este sentido, si de manera terca no nos apresuramos a encontrar el camino y comenzar a marchar dócilmente por él, Dios mismo nos acecha peligrosamente junto al camino para ejecutar sus juicios sobre nosotros: “Por eso, yo seré para ellos como un león; los acecharé junto al camino como un leopardo” (Oseas 13:7).
Con todo, la más clara alusión metafórica a los peligros de permanecer junto al camino se encuentra en la parábola del sembrador, en la que la semilla que cae junto al camino adquiere el siguiente significado figurado: “Cuando alguien oye la palabra acerca del reino y no la entiende, viene el maligno y arrebata lo que se sembró en su corazón. Esta es la semilla sembrada junto al camino” (Mateo 13:19). Por último, en esta sugerente selección, la higuera que el Señor maldijo debido a que al acercarse a ella no encontró en ella ningún fruto, también se hallaba junto al camino: “Al ver una higuera junto al camino, se acercó a ella, pero no encontró nada más que hojas. —¡Nunca más vuelvas a dar fruto! —le dijo. Y al instante se secó la higuera” (Mateo 21:19). En vista de lo anterior y aunque no se pueda establecer dogmáticamente una “doctrina” propiamente dicha alrededor de la expresión, conviene revisarnos para ver en donde nos encontramos en relación con el Camino y verificar si estamos “junto al camino” en resuelta marcha hacia él, o alejándonos de él o, tal vez, instalados cómoda y engañosamente “junto al camino” de manera permanente, sin intención de volver a él con todos los peligros que esto implica, como el de morir y ser sepultados junto al camino, como Raquel, en vez de obtener vida en el Camino: “Cuando yo regresaba de Padán, se me murió Raquel cerca de Efrata, en tierra de Canaán, y allí la sepulté junto al camino de Efrata, es decir, Belén” (Génesis 48:7). Y en cualquier caso, atender la exhortación profética: “Así dice el Señor: «Deténganse en los caminos y miren; pregunten por los senderos antiguos. Pregunten por el buen camino, ¡y sigan por él! Así hallarán el descanso anhelado…” (Jeremías 6:16), con la seguridad garantizada por Dios de que, de hacerlo así: “Habrá allí una calzada que será llamada Camino de Santidad. No viajarán por ella los impuros ni transitarán por ella los necios; será solo para los que siguen en ese camino” (Isaías 35:8).







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