La elección que Dios llevó a cabo sobre Israel no obedeció a ningún mérito de este pueblo. Por el contrario: “… él te eligió para que fueras su posesión exclusiva entre todos los pueblos de la tierra… aunque no eras el pueblo más numeroso sino el más insignificante de todos. Lo hizo porque te ama y quería cumplir su juramento a tus antepasados…” (Deuteronomio 7:6-8). La nación no había, pues, hecho nada que la hiciera merecedora de esta gratuita elección. La fidelidad de Dios a ellos se debió únicamente al compromiso y las promesas que Dios había anunciado en su momento a sus antepasados Abraham, Isaac y Jacob, conforme a la soberanía divina que declara: “«Tendré clemencia de quien yo quiera tenerla, y seré compasivo con quien yo quiera serlo.» Por lo tanto, la elección no depende del deseo ni del esfuerzo humano sino de la misericordia de Dios” (Romanos 9:15-16). Sin embargo, aunque la elección que Dios hace del creyente no obedezca a ningún mérito de su parte sino a la libre y soberana misericordia divina, una vez elegidos esto coloca sobre nuestros hombros, además de los privilegios del caso, también responsabilidades ineludibles que, en virtud de la gratitud que Él nos merece al habernos elegido contra todo pronóstico, nos impulsan a responderle de manera espontánea de la manera en que lo hizo el profeta ante la pregunta abierta que Dios sigue formulándole a todos y cada uno de los miembros de su pueblo: “Entonces oí la voz del Señor que decía: -¿A quién enviaré? ¿Quién irá por nosotros? Y respondí: -Aquí estoy. ¡Envíame a mí!” (Isaías 6:8)
Israel y el destino manifiesto
18 agosto, 2021
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“Israel es lo que es no sólo por tener un destino manifiesto como nación, sino por la obediencia a Dios de muchos de sus miembros”
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Sobre el autor
Arturo Rojas
Cristiano por la gracia de Dios, ministro del evangelio por convicción y apologista por vocación. Hice estudios en el Instituto Bíblico Integral de Casa Sobre la Roca y me licencié en teología por la Facultad de Estudios Teológicos y Pastorales de la Iglesia Anglicana y de Logos Christian College. Cursé enseguida una maestría en Divinidades y estudios teológicos en Laud Hall Seminary y, posteriormente, fui honrado con un doctorado honorario por Logos Christian College.
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