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La arrogancia de la última palabra

“El cristianismo no condena a la ciencia, sino la arrogancia de los científicos que pretenden tener siempre la última palabra”

Con frecuencia nuestros problemas no tienen que ver necesariamente con lo que hacemos, sino con la actitud con la que lo hacemos. Y una de las actitudes que puede echar a perder incluso nuestras mejores y más legítimas acciones es la arrogancia. La ciencia, por ejemplo, nos provee de una ilustración al respecto. Es innegable que esta actividad humana ha traído muchos beneficios a la sociedad y que, en términos normales, debe considerarse una bendición de Dios. Pero los mejores logros de la ciencia se ven manchados o deslucidos por la arrogancia de los científicos que, apoyados en sus hallazgos y el potencial presente en todos ellos, reclaman para sí una atención y autoridad desmedidas, pronunciándose desde su pedestal de superioridad por encima del resto de los mortales, como si ellos tuvieran la última palabra, no sólo en su área de especialidad, sino también en muchos otros frentes de la actividad humana, en lo que ya se designa en el campo de la argumentación como la “falacia de la autoridad”, por la que alguien reclama la misma autoridad final para todos sus pronunciamientos, incluso los ajenos a su campo de especialidad. Y aunque la ciencia sea tal vez la actividad más representativa al respecto, tampoco la filosofía ni la teología están al margen de esto, de modo que nadie puede arrojar aquí la primera piedra, razón suficiente para tener en cuenta con toda la seriedad del caso la advertencia del Señor en el sentido que: “Los ojos del altivo serán humillados y la arrogancia humana será doblegada. ¡En aquel día sólo elSeñorserá exaltado!” (Isaías 2:11)

Arturo Rojas

Cristiano por la gracia de Dios, ministro del evangelio por convicción y apologista por vocación. Hice estudios en el Instituto Bíblico Integral de Casa Sobre la Roca y me licencié en teología por la Facultad de Estudios Teológicos y Pastorales de la Iglesia Anglicana y de Logos Christian College. Cursé enseguida una maestría en Divinidades y estudios teológicos en Laud Hall Seminary y, posteriormente, fui honrado con un doctorado honorario por Logos Christian College.

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