En la controversia actual que quiere infiltrarse en las iglesias alrededor de la llamada “sociedad patriarcal”, del machismo, del feminismo y de la ideología de género con su intención de trastocar, mezclar y confundir los roles de género y desligar e independizar a este último de manera arbitraria del sexo biológico con el que todos nacemos, hay que enfatizar lo que es tan obvio que no parecería necesaria enfatizarlo: “Y Dios creó al ser humano a su imagen; lo creó a imagen de Dios. Hombre y mujer los creó” (Génesis 1:27). Esta afirmación contiene verdades indiscutibles. En primer lugar, la compartida condición y la correspondiente dignidad humana ostentada por hombres y mujeres por igual, que hace que ambos tengan el mismo valor delante de Dios y ninguno de los sexos o géneros, si se prefiere, pueda reclamar superioridad respecto del otro. Y en segundo lugar, la diferencia de sexo ꟷo de géneroꟷ que hace a cada uno especialmente adaptado para ciertos roles particulares en el contexto de la sociedad de la que forman parte y que hacen, a su vez, del matrimonio, entendido en su sentido heterosexual natural, un equipo de trabajo muy eficaz y fructífero para apuntalar cualquier sociedad humana. Por eso, las diferencias de rol entre los sexos o géneros no es de ningún modo arbitraria y es tenida en cuenta con la seriedad del caso en la Biblia al decirnos: “Esposas, sométanse a sus propios esposos como al Señor… Porque… Cristo es cabeza y salvador de la iglesia, la cual es su cuerpo… Esposos, amen a sus esposas, así como Cristo amó a la iglesia y se entregó por ella para hacerla santa…” (Efesios 5:22-32)
Hombre y mujer los creó
“Nuestra compartida condición humana hace posible la unión hombre-mujer. Las diferencias de género hacen interesante la relación”
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