En la obediencia a Dios y sus preceptos, la obligación debe pesar más sobre nuestras conciencias que el compromiso propio de las promesas que le formulamos, aunque ambas se superpongan, entremezclen y refuercen mutuamente de manera inevitable: el dictado de nuestras conciencias y los compromisos involucrados en las promesas. Sin embargo, debemos de todos modos distinguirlas, pues la obediencia a Dios y a sus mandamientos revelados en su Palabra e impresos en principio también en nuestras conciencias señalan nuestros deberes en todo tiempo y circunstancia y al ponerlos en práctica no estamos haciendo nada que vaya más allá de lo que estamos obligados a hacer, de tal modo que lo más que podremos decir al respecto es que: “… ‘Somos siervos inútiles; no hemos hecho más que cumplir con nuestro deber’” (Lucas 17:10), mientras que los votos o promesas involucran por lo general más de lo que la obediencia exige de nosotros y son compromisos puntuales y específicos que pronunciamos para circunstancias particulares y es por eso que son opcionales y, a la hora de formularlos, deben venir precedidos de una reflexión seria alrededor de ellos y no deben ser, entonces, pronunciados de manera apresurada y en el calor del momento, de modo que podamos decir con el rey David y con calculada tranquilidad: “He hecho promesas delante de ti, oh Dios, y te presentaré mis ofrendas de gratitud” (Salmo 56:12), sabiendo que su cumplimiento está siempre dentro de nuestras posibilidades y deseos y que cuentan con la aprobación de Dios
He hecho promesas delante de Ti
"Los votos son en la Biblia serias promesas voluntarias y específicas que van más allá de nuestros deberes habituales para con Dios y nuestro prójimo”
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