Federico Nietzsche dijo: “Las grandes cosas exigen que no se hable de ellas o que se hable de ellas con grandeza”. Ya mucho antes de él en el siglo IV d.C. Gregorio de Nacianzo, uno de los padres de la Iglesia, se refería así a las discusiones y controversias populares acerca de la doctrina de la Trinidad que se daban entre quienes la defendían y quienes la negaban, justo en la época en que la comprensión de esta doctrina se debatía intensamente en el medio eclesiástico y académico: “… no todos pueden filosofar acerca de Dios… El tema no es tan bajo y fácil. Y añado que no ha de discutirse ante toda audiencia, ni en todo tiempo, ni acerca de todos los puntos, sino sólo en ciertas ocasiones, ante ciertas personas y dentro de ciertos límites”. Y esto aplica a toda conversación cotidiana acerca de Dios. Si se va, pues, a hablar de Dios, hay que hacerlo con conocimiento, respeto y reverencia. Porque si bien es cierto que todos somos teólogos −en la medida en que todos tenemos alguna idea de Dios que suscribimos y defendemos o que, en el caso de los ateos, se procede a negar y atacar−; esto no significa que todos seamos buenos teólogos ni mucho menos. Por eso los cristianos, sobre quienes pesa la responsabilidad de hablarles de Dios con corrección a los demás al invitarlos a la fe, debemos prepararnos y procurar ser buenos teólogos en la medida de nuestras posibilidades y hablar de Él de la manera adecuada, sólo a quien corresponde, y únicamente en el momento oportuno, pues: “El que es entendido refrena sus palabras; el que es prudente controla sus impulsos” (Proverbios 17:27)
Hablar o callar sobre Dios
30 junio, 2021
2 Lectura mínima
“Dios es tan grande que al hablar de Él debemos procurar hacerlo con grandeza. Si no estamos dispuestos a ello es mejor callarnos”
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Sobre el autor
Arturo Rojas
Cristiano por la gracia de Dios, ministro del evangelio por convicción y apologista por vocación. Hice estudios en el Instituto Bíblico Integral de Casa Sobre la Roca y me licencié en teología por la Facultad de Estudios Teológicos y Pastorales de la Iglesia Anglicana y de Logos Christian College. Cursé enseguida una maestría en Divinidades y estudios teológicos en Laud Hall Seminary y, posteriormente, fui honrado con un doctorado honorario por Logos Christian College.
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