La Biblia nos brinda la visión antropológica más completa, integrada y unificada que podemos encontrar y que debemos, por lo mismo, cultivar y balancear. Es decir, la visión correcta de nosotros mismos como seres humanos que somos. Lamentablemente, la ciencia moderna, con sus respectivas especializaciones y fragmentaciones, tiende a fraccionar al ser humano y a reducirlo y empobrecerlo al entenderlo acudiendo a uno sólo de sus aspectos constitutivos. Así, las ciencias naturales lo ven únicamente en sus componentes físicos y estrictamente materiales, ignorando o negando sus aspectos inmateriales anímicos y espirituales. La psicología se enfoca en su componente psíquico o anímico, sin reconocer ni prestar al mismo tiempo la debida atención a su componente espiritual, cuando no restándole también importancia a sus aspectos corporales y físicos. Y la teología se concentra en sus aspectos espirituales menospreciando en muchos casos los aspectos corporales y anímicos de nuestro ser, los cuales, sin embargo, la Biblia identifica bien, prestándole a todos su debida atención, ubicándolos en su justo lugar y proporción para evitar caer en reduccionismos perjudiciales e inconvenientes. La visión tricótoma y unificada del ser humano es la que se impone, entonces, en la comprensión que debemos tener de nosotros mismos, como se deriva de lo dicho por el apóstol: “Que Dios mismo, el Dios de paz, los santifique por completo, y conserve todo su ser -espíritu, alma y cuerpo- irreprochable para la venida de nuestro Señor Jesucristo” (1 Tesalonicenses 5:23)
Espíritu, alma y cuerpo
“La teología, la psicología y las ciencias naturales ven sólo una parte cada una, pero Dios ve las partes dentro del cuadro completo”
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